quarta-feira, 9 de julho de 2008

El fin de la Iglesia de Inglaterra


El lunes de la semana pasada 1.333 pastores tradicionalistas de la Iglesia de Inglaterra amenazaron con pasarse en bloque a la Iglesia Católica en protesta por la ordenación de mujeres como obispos. Horas más tarde, ese mismo día, se difundió otro comunicado en el que 2.300 miembros de la clerecía protestaban contra los protestantes -quítese cualquier carácter religioso al término en este caso. La cuestión ahora está en la batalla de las mujeres a cuya consagración como obispos se oponen los tradicionalistas de la Iglesia de Inglaterra y los evangélicos repartidos por todo el planeta que protestan la normalización de la homosexualidad entre el clero.

Hay instituciones -y la Iglesia y la Monarquía son los ejemplos perfectos- que se fundan en tradiciones que no sacan ningún provecho de que las expliquen demasiado bien -Jean d´Ormesson dixit. Su fuerza reside en ser útiles a la sociedad y en ratificarse sobre las bases que justifican su aparición en escena. La Iglesia de Inglaterra ha logrado caer en la irrelevancia más absoluta y aparecer públicamente sólo a efectos de entrar en polémicas que únicamente pueden fomentar su desintegración. La portada de «The Spectator» de esta semana no puede ser más elecuente: un icono con la imagen de Rowan Williams, arzobispo deCanterbury, resquebrajado por la mitad y el titular «El fin de la Iglesia Anglicana».

Durante siglos la Iglesia de Inglaterra ha sido parte de la cultura más progresista del mundo. Siempre ha estado sujeta a la voluntad del Parlamento -lo que no puede dejar de parecer un imposible metafísico: Dios sometido a la voluntad de una cámara. Y de ahí que se haya tenido que ir adaptando a los cambios sociales. Es decir, en lugar de marcar la Iglesia las pautas y valores que deben primar en una sociedad, ha sido la sociedad la que ha ido moldeando la Iglesia. Y así, la cosa sólo podía acabar como se ve a que está a punto de concluir: una Iglesia irrelevante, pronto encabezada por un Monarca que no guarda las formas que dicta la Iglesia de la que será vivo representante. Ya todo es una triste farsa. La Iglesia de Inglaterra es irrelevante.

Ramón Pérez-Maura
www.abc.es

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