sábado, 5 de julho de 2008

El símbolo

Con la liberación de Ingrid Betancourt y una decena de secuestrados más por los terroristas, las FARC no han sido vencidas, pero sí resquebrajadas. Ingrid Betancourt era el símbolo de su perversidad y su fuerza, el reclamo internacional de estos forajidos. Me alegro profundamente por ella, por su familia, por Colombia y por la política antiterrorista del Presidente Uribe, que es un estadista serio que sabe medir y establecer la distancia que separa al bien y el mal. Las FARC son económicamente poderosísimas, porque están apoyadas por el narcotráfico y algunos Estados fronterizos con Colombia que juegan a dos bandas desde la demencia de sus dirigentes. También por Cuba, pero el régimen de los hermanos no pasa por momentos de esplendor económico, y lo más que puede Cuba ofrecer de apoyo al terrorismo colombiano es el envío de unas cuantas ollas a presión, máximo logro revolucionario del títere del chándal.
Lo que sí están las FARC es seriamente tocadas, porque al fin se han topado con un Gobierno firme y decidido. Se han producido asesinatos entre sus delincuentes, deserciones, rendiciones al Ejército y ha desaparecido del mapa y de la vida el cabrón de «Tirofijo», por el que Chávez sentía una especial admiración. Además, y para aviso de nuestros gobernantes, entre la documentación incautada a las FARC durante los últimos meses, hay pruebas irrefutables de la conexión entre las FARC y la ETA, hecho nada sorprendente por cuanto las bandas terroristas siempre han mantenido estrechas relaciones y un hijo de puta español y un hijo de puta colombiano no tienen motivos para llevarse mal, cuando el mal es su objetivo común.
Colombia es el país más bello, culto y peor tratado de América. Parece que al fin, la estúpida Izquierda internacional ha abierto los ojos, y ha dejado de llamar románticamente «guerrilleros» a quienes no son otra cosa que terroristas puros y duros. Y se ha tratado mal, muy mal a Colombia, porque hemos hecho de su soledad en la lucha contra el terrorismo demagogia barata y lugar común. Con un apoyo internacional seguro, continuado y firme, las FARC durarían menos que una corbata en el vacío armario del ministro Sebastián. Y el Presidente Uribe representa hoy en el mundo la firmeza y la serenidad contra las fuerzas implacables de terrorismo estalinista.
Colombia no merece esta lucha que parece no tener fin. Hoy, la luz está más cerca. Los asesinos han perdido a su símbolo, que no era «Tirofijo», hoy banquete de gusanos, sino Ingrid Betancourt, su reclamo internacional, su mejor propaganda, su fuerza para mantener el chantaje y su principal acreditación para moverse por el mundo en pos de «negociaciones» indignantes. En las selvas colombianas, miles de secuestrados esperan con angustia el fin de su tortura, y habría que decirles que aguanten, que soporten su tragedia, que no desfallezcan, que sigan esperando, porque sus secuestradores están heridos y desconcertados. Cada día que pasa más terroristas se entregan a las autoridades y menos comprensión encuentran las FARC entre los imbéciles que elogiaban su existencia. Colombia va a vivir y las FARC van a caer. Eso es seguro. Pero nos necesitan a todos los que creemos en la libertad, la paz y en Colombia.

Alfonso Ussía
www.larazon.es

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