Uno no elige con quién comparte calle, pero cuando se manifiesta con una abundante compañía que desprecia el Holocausto, tilda de nazi a Israel e imita en su indumentaria –y hasta en la exhibición de armas– a los terroristas, está obligado a comunicar su rechazo hacia tales "compañeros de viaje". No lo han hecho los políticos, los artistas ni otras figuras de proyección pública que participaron en las marchas contra Israel celebradas en Madrid y Barcelona. De ahí que sólo pueda extraerse la conclusión de que a dichos personajes de renombre no les incomoda desfilar con escolta tan repulsiva.
Se pregunta uno qué relación puede haber entre unos y otros. Entre Aitana Sánchez Gijón, que paseó cubierta con la kefiya, y el cartel de inmunda grosería: "Israel: te puedes meter mi hipoteca por tu holocausto". Es inquietante que exista algún nexo entre esa actriz de expresión mística y quienes proclaman con tan chulesca vulgaridad su menosprecio hacia los millones de judíos exterminados por los nazis. Como lo es también que el rector más joven del franquismo, régimen que atizó la paranoia de la conspiración judeo-masónica, comparta causa y escaparate con los que incitan a odiar a los judíos. Y, ¿qué subterráneo vínculo coloca en el mismo lugar a dirigentes del partido de los GAL con quienes acusan a Israel de practicar el terrorismo de Estado?
Afirmaba un diario nacional que la vergonzosa manifestación había recuperado "el espíritu del No a la guerra". Y, en cierto modo, es así. Aunque precisemos. Entonces no se trataba de oponerse a la guerra, sino de oponerse a combatir el terrorismo (además de organizar la revuelta contra el PP). Y bajo aquella resistencia a combatir el terrorismo islámico, latía el repudio a la civilización: a lo que protege a Aitana, a Mayor Zaragoza, a Zerolo y a todos nosotros del destino que nos depararía el triunfo de fanáticos como los que atacan a Israel. El espectro del noalaguerra, henchido de auto-odio y aquejado de ceguera voluntaria, sigue vivo, sí. Ahora se manifiesta contra el derecho a defenderse de la ciudadela del mundo civilizado más asediada por el islamofascismo.
Cristina Losada
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