El hijo de Pasternak relata el chantaje que terminó por doblegar al escritor que tuvo que renunciar al Nobel en 1958.
La decisión original de conceder el premio a Boris Pasternak en 1958 se convirtió en un escándalo. Envenenó el resto de su vida y, durante 30 años, fue un tema tabú en la URSS.
Los rumores de que mi padre iba a recibir el Premio Nobel surgieron justo después de que terminase la Segunda Guerra Mundial. Pasternak suponía que estos procesos tenían lugar por las olas de críticas, cada vez mayores, en la URSS. A veces tenía que justificarse por su fama en Europa: «Según los escritores de la Unión Soviética, algunos círculos literarios occidentales ven en mi obra una importancia extraordinaria, que no concuerda con su modestia y baja productividad...» Para justificar esta atención se centraba apasionadamente en Doctor Zhivago, su testamento artístico sobre la vida espiritual rusa.
«¿A qué se deben los rumores?»
En otoño de 1954, O. Freidenberg le preguntaba desde Leningrado: «Existe el rumor de que ha recibido usted el Premio Nobel. ¿Es cierto? Si no es así, ¿a qué se deben esos rumores?» Pasternak le respondió: «Aquí se rumorea lo mismo. Yo soy el último en enterarme. Probablemente sentiría más temor que anhelo de que eso resultase ser cierto, a pesar de que ese premio no implique necesariamente un viaje allí, al mundo abierto de par en par, ni un intercambio de ideas; pero, aun así, no sería capaz de actuar como la típica marioneta parlante durante semejante viaje... Semejante conquista de Babilonia. Parece que Dios ha ayudado y el peligro ha pasado. La nominación debe de haberse producido, sin duda, y debe de haber conseguido muchos apoyos. Los periódicos belgas, franceses y alemanes han escrito sobre ello... Luego, la gente ha oído en la BBC (yo sólo repito lo que me han contado) que me habían nominado pero que, siguiendo la costumbre, el comité solicitó la aprobación del Gobierno, el cual le pidió que cambiase mi nominación por la de Sholojov. Ésta se rechazó y se cambió por la de Hemingway, que es probable que reciba el premio. (Pero me alegró aparecer, aunque fuera hipotéticamente, junto a Hamsun, Bunin y, aunque por error, cerca de Hemingway».
Al año siguiente, terminó Doctor Zhivago. En 1958, se le concedió el premio a Pasternak «por sus importantes logros tanto en la poesía lírica contemporánea como en el campo de la gran tradición épica rusa». El 29 de octubre de 1958, recibió un telegrama del secretario del Comité Nobel, Anders Esterling. Pasternak respondió: «Agradecido, contento, orgulloso, confuso». Recibió las felicitaciones de sus compatriotas: Ivanov, Chukovsky; los telegramas y los periodistas llegaron por docenas. Zinaida Nikolaevna estaba pensando en qué vestido encargar para Estocolmo. Parecía que todo el daño y la opresión que siguieron a Doctor Zhivago, las llamadas al Comité Central del Partido Comunista y a la Unión de Escritores se habían terminado. El Premio Nobel es una victoria absoluta y un reconocimiento, un honor para toda la literatura rusa.
«Nada me obligará a rechazarlo» Pero, a la mañana siguiente, se presentó Fedin, del partido, pasó junto a Zinaida Nikolaevna y fue derecho a la habitación de Pasternak. Le exigió al escritor un rechazo expresivo e inmediato, amenazándole con la persecución en los medios de comunicación. Pasternak replicó que nada le obligaría a rechazar ese honor, que ya había respondido al Comité Nobel y que no podía comportarse como un embustero ingrato. También se negó a ir a la casa veraniega de Fedin, donde el jefe del Departamento Cultural del Comité Central del Partido esperaba las explicaciones de Pasternak.
Aquellos días, visité a padre con frecuencia. Trabajaba como de costumbre (estaba traduciendo Maria Stewart por entonces), estaba tranquilo y no leía los periódicos; decía que se expondría a cualquier privación por tener el honor de convertirse en alguien laureado con el Nobel.
Fue ése el tono exacto con el que escribió la carta a la Unión de Escritores. No estuvo presente en su reunión, durante la que se cuestionó su condición de miembro. Una famosa escritora gritó allí: «¡Una bala para la cabeza del traidor!». Parece que la carta fue destruida, porque hemos hecho grandes esfuerzos por encontrarla en los archivos de la Unión. Padre hablaba alegremente sobre ella. Incluía 22 puntos, entre los que destacaba lo siguiente:
«Creo que es posible escribir `Doctor Zhivago´ siendo un ciudadano soviético, especialmente teniendo en cuenta que la terminé cuando se publicó `No sólo de pan´ de Dudintsev para señalar el periodo de deshielo. Envié el libro a un editor comunista italiano y estuve esperando a que se publicase una versión censurada en Moscú. Accedí a corregir todos los pasajes inaceptables. Parecía que las oportunidades de un escritor soviético eran más de las que son. Cuando entregué el libro tal como estaba, esperaba que la crítica lo recibiese con una mano amiga.
Al enviar el telegrama de agradecimiento al Comité Nobel, no pensé que el premio se me concediese por `Doctor Zhivago´, sino más bien por toda mi obra, tal como estaba formulada. Podía creerlo así, puesto que mi nominación ya estaba en las listas en una época en que este libro no existía ni nadie sabía nada de él.
Nada me hará rechazar el honor que se me ha otorgado, a un escritor moderno que vive en Rusia y, por tanto, un escritor soviético. Sin embargo, estoy dispuesto a donar el dinero del Premio Nobel al Comité para la Protección de la Paz.
Sé que, bajo la presión de la opinión pública, se pondrá en entredicho mi condición de miembro de la Unión de Escritores. No espero justicia de ustedes. Pueden matarme, enviarme al exilio, hacer lo que quieran. Les perdono. Pero no se apresuren. Esto no les dará ni felicidad ni gloria. Y recuerden que, dentro de unos años, tendrían que rehabilitarme. No sería la primera vez que lo hacen".
Su postura orgullosa e independiente ayudó a Pasternak a soportar todos los insultos, amenazas y anatemas lanzados por los medios de comunicación de masas durante la primera semana. Le preocupaba que yo o mi hermano tuviésemos problemas en el trabajo o en la universidad. Le tranquilizamos. Le di las noticias de Ehrenburg sobre la gran oleada de apoyo en la prensa occidental.
Pero su interés por todo esto se desvaneció el 29 de octubre, cuando llamó por teléfono a Olga Ivinskaya y luego envió un telegrama a Estocolmo: «Debido al estruendo que ha provocado mi premio en la sociedad a la que pertenezco, tengo que rechazar el premio; no consideren mi rechazo voluntario como un insulto». Envió otro telegrama al Comité Central del Partido: «Devuelvan a Ivinskaya su puesto de trabajo; he rechazado el premio».
«Apestados»
(Olga Ivinskaya fue la musa y el amor de Pasternak durante los últimos 14 años de su vida. Ella lo recuerda así: «Muchos amigos dejaron de vernos. Teníamos la sensación de estar apestados...». En realidad, Pasternak siempre había estado en peligro, pero antes las autoridades no se habían atrevido a enfrentarse a él directamente, no tenían una razón «justificada». En lugar de eso, fueron contra Ivinskaya: nueve años antes del escándalo del Premio Nobel, fue detenida y encarcelada en Lubianka. Pasternak recorrió todos los despachos, pero no sirvió de nada. Ella estaba embarazada y tuvo un aborto en prisión. Pasternak sufrió un infarto. Poco después, la enviaron a los campos de prisioneros políticos de Mordovia durante cuatro años.
Ella se acusó a sí misma amargamente de haber persuadido a Pasternak de que rechazase el premio. Después de todo lo que había pasado, el escarnio público, los amigos que les daban la espalda, las tendencias suicidas de Pasternak en aquella época, es posible comprenderla: el recuerdo de los campos de Stalin era demasiado vívido; ella intentaba protegerle).
«He rechazado el premio»
Cuando le vi aquella tarde, no podía reconocer a mi padre. Su cara pálida y sin vida, sus ojos doloridos y cansados, y toda la conversación girando en torno a lo mismo: «Ahora nada de eso importa, he rechazado el premio».
Pero ya nadie necesitaba este sacrificio. No sirvió para mejorar su situación. No fue tenido en cuenta por la Asamblea de los Escritores de Moscú, que se reunió dos días después. Los escritores de Moscú pidieron al Gobierno que le retirase a Pasternak la ciudadanía y le echase del país. La resolución que aprobaba su expulsión de la Unión de Escritores fue acogida con un bramido triunfal. Sin embargo, hay que decir que K. Paustovsky y V. Kaverin no asistieron a este vergonzoso acontecimiento, y que E. Evtushenko e I. Ehrenburg se marcharon a la mitad del mismo.
Padre se sintió herido por la negativa de Zinaida Nikolaevna a seguirle (dijo que no podía dejar su tierra natal y a mi hermano, que decidió quedarse con mi madre), y se sintió realmente feliz al saber que yo estaba dispuesto a seguirle adondequiera que le enviasen.
Habría tenido que exiliarse inmediatamente si no hubiese sido por Jawaharlal Nehru, que telefoneó a Jrushchov y le dijo que encabezaría el Comité para la protección de Pasternak. Para acabar con todo ello pacíficamente, Pasternak tenía que firmar las referencias escritas por el partido a Pravda y a Jruschov. Da igual que los textos fueran buenos o malos o de qué tratasen (arrepentimiento o autoafirmación); lo importante es que Pasternak no los escribió, pero se vio obligado a firmarlos. Y esta humillación, un tormento para su voluntad, era especialmente dolorosa porque se daba cuenta de que nadie la necesitaba.
Escribió un poema llamado El Premio Nobel, en el que se preguntaba «qué clase de sucio crimen he cometido, ¿soy un asesino, un villano? Yo, que hice que todo el mundo llorase ante la belleza de mi patria» (también había una parte dedicada a Ivinskaya). Tras publicarse en inglés en 1959, en New Statesman, fue citado por el fiscal jefe. Se le acusó de traición al Estado, y se le amenazó con detenerle si se reunía con cualquier extranjero.
Lo más triste y cruel: tras la muerte de Pasternak en 1960, Ivinskaya fue enviada de nuevo a los campos de Mordovia, esta vez junto con su hija. Pasaron los años. Hoy tengo la misma edad que tenía padre en 1958.
Evgueni B. Pasternak
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