La franja de Gaza es en la actualidad uno de los mayores escenarios de la pobreza y del abandono. Ya en 1995, cuando la visité por primera vez, la tensa calma que percibía ocultaba un profundo descontento por la enfermedad, la falta de trabajo y la imposibilidad de salir de allí.
Entonces habitaba Gaza un millón de personas, de las cuales sólo unas 4.000 eran cristianas. El padre Manuel Mussallam llegaba ese mismo año a la ciudad para hacerse cargo de la Escuela Católica de la Sagrada Familia. Por aquel entonces, de los 1.300 alumnos de su escuela, sólo unos 144 eran cristianos. Pero en su escuela, como en todas las escuelas cristianas de Palestina, los niños aprenden a convivir juntos en el respeto a las creencias de los demás. Después de trece años de «encierro» en Gaza (sólo interrumpido por una salida de dos horas para traerse a sus padres, ancianos, a vivir con él), el padre Manuel ha podido visitar su pueblo, Bir Zeit, gracias a las gestiones del embajador de la Unión Europea. Y hemos ido allí a hablar con él de todo lo que está pasando, del conflicto, de la paz.
Cuando en las elecciones legislativas palestinas de enero de 2006, Hamás obtuvo la victoria en un proceso que los observadores internacionales no dudaron en calificar de transparente, comenzó a aflorar esa profunda división interna entre facciones palestinas. El embargo financiero internacional a la ANP -liderado por Estados Unidos, Canadá, Japón y la Unión Europea-, con el que se quería cortar la financiación a un Gobierno con representantes de Hamás, consiguió duplicar en un año el número de pobres en los territorios palestinos. Y no sólo no debilitó a ese partido radical, sino que éste, tras duros enfrentamientos con los seguidores de Fatah, se hizo con el poder en la franja de Gaza en junio de 2007. Desde ese momento, el Gobierno de Israel, que había retirado a su ejército de la franja en el verano de 2005, viene imponiendo restricciones sin precedentes al movimiento de personas y bienes en los distintos puntos fronterizos. Estas restricciones tienen un enorme impacto en todos los aspectos de la vida en Gaza: entre otros, paralización de los sectores productivos, cortes en el suministro de energía eléctrica y combustible, así como en los servicios municipales, incluyendo algunos vitales como la distribución de agua, la recogida y tratamiento de residuos sólidos y basuras, con el riesgo para la salud pública que esto implica.
El padre Manuel percibe el impacto de esta situación en los niños de su escuela. Los profesores le comentan que los chicos no pueden estudiar porque en sus casas no tienen electricidad. Nos cuenta que los niños que viven a oscuras, sin luz, pasan miedo, tienen traumas. Y además la oscuridad prolongada está dañando la vista de los niños: recientemente un oculista visitó su escuela y diagnosticó algún tipo de dolencia en los ojos al 95 por ciento de los niños examinados.
Pero para el padre Manuel «nuestro problema no es el hambre, ni el sitio. Nuestro problema es la libertad. Queremos poner fin a este tiempo de desastre y ser una nación como las demás: libre, activa, contribuir a desarrollar el mundo. Podemos hacerlo».
La provisión de servicios básicos en Gaza está también amenazada por la misma división política interna en Palestina, cuyas consecuencias recaen en la población más vulnerable. Según UNRWA, en octubre de 2008 las importaciones de suministros médicos se vieron drásticamente reducidas por la falta de cooperación entre las autoridades competentes. Por su parte, las disputas entre la Autoridad del Agua Palestina y los funcionarios agrícolas locales han tenido como consecuencia una reducción en el suministro de agua que ha afectado a 250.000 personas en la región central de la franja de Gaza. Por eso «la ayuda humanitaria es una necesidad -nos dice el padre Manuel-.
Vivo entre gente que sufre y veo familias en tal condición que me veo obligado a repetir que esto es un crimen de guerra. Aquí los que están protegidos son Haniyeh, Mahmood Abbas y Tzippi Livni. Los demás, en Gaza o en Cisjordania, sufren, sufren, sufren... Hasta que mueren».
A la Escuela Católica asisten también hijos de los líderes de Hamás. De hecho, la Escuela y la Parroquia de la Sagrada Familia siempre han sido muy respetadas. Yaser Arafat visitaba todos los años por Navidad, con su mujer, la Escuela. Y regaló el terreno donde se construyó, entre el 2000 y el 2002, con el apoyo económico de la Agencia Española de Cooperación Internacional y la Fundación Promoción Social de la Cultura, una nueva escuela. Hoy las cosas parecen haber cambiado: en junio de 2007 escuela y parroquia fueron atacadas por hombres armados y encapuchados que rompieron las cruces de la iglesia, quemaron los libros de oraciones, dañaron una imagen de Jesús y provocaron otros robos y destrozos (valorados en medio millón de dólares). Unos meses más tarde, en octubre de 2007, Rami Ayyad, un cristiano protestante de 26 años, director de la única librería cristiana de Gaza, fue secuestrado y asesinado.
Pero, como siempre, el mensaje del padre Manuel es de esperanza: no es el momento de discutir entre Fatah o Hamás, ni entre cristianos o musulmanes. La paz se asienta sobre cuatro pilares: la justicia, el desarrollo, la verdad y el amor.
¿Y cómo busca el padre Manuel la paz? Con la educación y con el ambiente que trata de crear en su escuela: «En primer lugar, infundimos alegría. La alegría es el camino para la paz. A nadie se le permite hablar de guerra o de violencia, o comportarse de modo violento. Tratamos de educarlos de manera que se acepten el uno al otro, que se quieran y se ayuden como hermanos. Este es nuestro programa en la escuela para cristianos y musulmanes. Les educamos para que convivan como una familia».
Hoy por hoy, sólo quedan 3.000 cristianos viviendo en Gaza entre un millón y medio de musulmanes. En la Escuela de la Sagrada Familia quedan sólo cien alumnos cristianos. Viven en minoría, alimentando la esperanza de llegar a ser un país en paz, conscientes, como dice el padre Manuel, de que «el camino a la paz no es ni puede nunca ser la guerra».
Macarena Cotelo
Directora de Proyectos Fundación Promoción Social de la Cultura
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