Por fin. Los Kirchner no han tirado la toalla, pero el árbitro los ha enviado al rincón: no les ha quedado más remedio que pedir al congreso un adelanto de las elecciones legislativas de octubre, que sin duda iban a dejarlos en minoría en el parlamento. De todos modos quedarán en minoría, aunque un poco más leve. Y ello pese a la debilidad general de la oposición, incapaz de presentarse unida en situación tan trascendente. |
Los comicios se realizarán en junio, antes de que el desgaste del equipo gobernante sea irreversible y definitivo. Pero a partir de ese momento no les quedará margen para iniciativas como la de los impuestos a la producción agrícola previos a la comercialización de las cosechas, lo que aquí se llama, con argentino amor a los eufemismos, "la cuestión del campo", la más importante de todas las socioeconómicas a corto plazo (la de la explotación de las fuentes de energía lo es a medio y a largo). Desde junio habrá en el congreso menos diputados oficialistas y más opositores.
Lo verdaderamente difícil es explicar qué o quiénes van a ser esos opositores. Por un lado, obviamente, habrá mayoría peronista, aunque peronista disidente. También unos cuantos radicales de corte tradicional, en franco enfrentamiento con los radicales K, es decir, con los formalmente opositores que dicen compartir lo que los optimistas denominan "el proyecto" de los Kirchner, algo que cuesta mucho definir pero que, en términos generales, está compuesto por una alta dosis de estatalismo y una vaga noción de lo que eso implica, más allá de una fiscalidad demencial y una amplia gama de subsidios. O sea, que habrá también mayoría de diputados que afirman no ser peronistas pero que lo son fácticamente.
Habrá algún liberal, como es costumbre, en absoluta minoría. Y también estará la señora Carrió, eterna diputada que jamás alcanzará la presidencia porque, si bien despierta muchas simpatías, tiende a hacer afirmaciones que, según ella, le son dictadas, sin intermediarios, por Dios, como le ocurría a Juana de Arco. Un poco más de discreción respecto de su situación mística la beneficiaría electoralmente.
De modo que casi todos, una vez más, serán peronistas. Unos estarán con el gobierno y otros no. ¿Por qué? Porque los otros apoyan otras opciones dentro del movimiento.
Según han insistido en explicarme no pocos cuadros justicialistas, la lucha, una vez más, es entre la izquierda y la derecha peronistas, en el entendido de que los K son la izquierda y el resto es la derecha, que tiene sus nombres: el del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el del ex gobernador de Santa Fe y ex campeón de automovilismo Carlos Reutemann.
Scioli es la encarnación del menemismo; aunque le quede poco por vender del viejo estado empresarial que se acabó con la estafa de Aerolíneas Argentinas (que no fue privatizada, sino vaciada y malvendida por un dinero que jamás llegó a las arcas del Estado, y que ahora los K pretenden renacionalizar) y con la liquidación de los ferrocarriles (que tampoco fueron privatizados, sino simplemente desmontados), algo rascará. El candidato está unido a Menem por la fuerza del destino. Era campeón de un deporte cuyo nombre ignoro (porque ignoro el deporte) pero del que sé que se hacía en lanchas con motor fuera de borda. El ex presidente, que tenía fama de gafe o, como se dice aquí, de mufa, fue a una competencia en la que Scioli participaba y, como buen populista, quiso encomendar personalmente su favorito a los dioses estrechándole la mano en público: al rato, el infortunado navegante perdió la mano privilegiada por el apretón del líder, cortada por la hélice del ingenio náutico. No obstante, se agenció una prótesis y continuó sirviendo a la causa.
Reutemann también procede de los deportes de riesgo, pero es más precavido que su colega: de los muertos por la represión de las manifestaciones originadas en el célebre corralito de finales de 2001, un ochenta por ciento corresponden a su provincia, lo que evidencia su capacidad para el rigor y su condición de hombre de orden.
Cualquiera de esos dos hombres puede dirigir el peronismo disidente de hoy para convertirlo en el peronismo oficial en 2012, y alcanzar la presidencia entonces, en el supuesto de que se llegue a esa fecha con Cristina al frente, lo que no es imposible si se piensa que Isabelita, la viuda de Perón, aguantó en el cargo dos años, aun con López Rega y la Triple A, siendo que nadie, ni siquiera el inepto De la Rúa, puede haber hecho una gestión más perversa, si se exceptúan las Juntas Militares de 1976-1983.
Los Kirchner tienen en su haber un solo desaparecido, Julio López, a quien abdujeron los amigos de los siniestros torturadores del videlismo, en contra de los cuales iba a declarar en un juicio. Lo peor de Cristina es la improvisación, la frivolidad y el desconocimiento de la realidad argentina. Carece por completo de la soltura que le permitía a Menem salir de los más complejos enredos con una sonrisa. Y el desgaste de imagen es cotidiano.
Hubo inundaciones y la presidenta visitó Tartagal, en la provincia de Salta, uno de los lugares más pobres del país, para llevar personalmente un poco de caridad. Rodeada de vecinos del lugar y con los pies metidos en el barro hasta los tobillos, cosa que no le gusta nada, pronunció una frase para grabar en el bronce, casi un epitafio político: "¡Qué miseria estructural!". No podía decir solamente "miseria": como seudointelectual de los setenta, debía añadir "estructural", cosa que asombró a los perjudicados por el agua inclemente y por los dolores de toda la vida. ¿Cómo llegó esta mujer a la presidencia, se preguntó más de uno, sin saber que en Tartagal hay miseria estructural desde tiempos del virreinato, cuando circulaban por el lugar contadas almas? ¿De qué se admira ahora y por qué no hace al menos una promesa vana y falsa respecto de una solución? Cosas de estas, a diario. Que hay que sumar a los errores esenciales: así como el de La Mancha veía caballeros donde había molinos, ella ve latifundistas en los productores rurales cuando han pasado ya más de veinte años de la extinción del latifundio tradicional de la pampa húmeda.
Adelantarán la derrota de octubre a junio, para que sea más leve. Pero será una derrota. Y no resolverá absolutamente nada. Abrirá el camino a otro peronista, que es lo que toca.
Horacio Vázquez-Rial
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