domingo, 8 de março de 2009

Lula vs. Chávez

Durante algún tiempo Chávez ha podido llegar a pensar que era el protagonista de la película. Se ha trabajado bien su papel de líder del movimiento populista de liberación bolivariano.

Siguiendo con la metáfora cinematográfica, su rostro ha llenado la pantalla en el escenario político iberoamericano. Es el perfecto ejemplo de un actor de reparto que alcanza protagonismo y se agarra a él como a un clavo ardiendo. De un actor listo que maneja un mensaje simple pero eficaz: O se está conmigo o contra mí, socialismo o muerte. No para de hablar. Quizás teme que si se calla todo acabe en fundido en negro. Tiene petróleo, dólares. Pero ya ha sufrido algún revés importante. Además, al fondo, como perdido, se podía descubrir otro actor, con poder y autoridad, que no decía esta boca es mía. Lula, hasta ahora, parecía estar excesivamente callado, aunque, lo cierto, es que, en ocasiones, se expresaba elocuentemente con su silencio. Quizás prefería que los hechos hablasen por sí solos.

El Brasil actual, de Lula y también, para ser justos, el de los presidentes que le precedieron, atesora, con todos sus problemas, un potencial enorme. Es uno de los grandes tigres del siglo XXI, por su dimensión geográfica, por su población y por sus ingentes recursos naturales. Los nuevos descubrimientos petrolíferos se añaden al liderazgo brasileño en la producción y explotación de biocombustibles. Brasil está en mejores condiciones que nunca de aumentar su peso e influencia en los organismos económicos internacionales y de jugar un papel protagonista en Iberoamérica.

Hay que situar en este escenario las expectativas y los temores que suscitó la llegada al poder del PT, un partido revolucionario, liderado por un ex sindicalista y decidido a atacar de raíz los males sociales de Brasil. Los temores se desvanecieron pronto al conocer el pragmatismo del nuevo presidente pero las expectativas estuvieron a punto de truncarse en el momento en que la corrupción contaminó a muchos de los dirigentes del PT, cuando precisamente habían hecho de la ética el santo y seña de su actuación política. No obstante, y contra todo pronóstico, el presidente brasileño supo salir milagrosamente indemne de la crisis.

Nada de esto hubiera sido posible sin la habilidad de Lula para establecer una inteligente alianza con el sistema financiero nacional e internacional, al tiempo que lograba conservar el apoyo de las clases populares a través de programas sociales como Hambre Cero o Bolsa Escuela. El antiguo obrero metalúrgico ha sabido aprender, de la vida y de su experiencia política, que no hay milagros en la lucha contra la pobreza. A partir de su segundo mandato dejó de lado su verbo encendido y se olvidó de sus conocidas salidas y ocurrencias. Vemos hoy un Lula más serio, más reflexivo, más sereno. Hasta tal punto ha reafirmado su propio perfil que su procedencia política ha quedado muy difuminada. La derrota de la candidata del PT en las últimas elecciones municipales de Sao Paulo vino a demostrar que su prestigio personal no es transferible a su partido.

Este nuevo Lula, curtido y realista, alejado de ilusiones revolucionarias y cada vez más seguro del terreno que pisa, tiene evidentemente poco que ver con Chávez. Se puedo incluso llegar a pensar que el líder venezolano le irrita profundamente. Pero no ha querido entrar en su juego bronco y provocador. «Você e muito ansioso» le dijo en una reunión a Chávez. Él no lo es y ha sabido estar callado a la espera de su momento. En todo caso, era muy importante que Lula tomara la palabra. Estábamos pendientes de que lo hiciera y tenía la responsabilidad de hacerlo. De ser el mito de una izquierda revolucionaria había pasado a ser el símbolo de los países latinoamericanos que creen en la democracia, en el libre mercado y en la necesidad de lograr un desarrollo estable y sostenido con respeto a las reglas del juego.

En este sentido, Lula estaba llamado, desde hacía tiempo, a convertirse en su portavoz, en su vocero. Ha tardado ciertamente en hacerlo, pero finalmente lo ha hecho. En la Cumbre extraordinaria de Jefes de Estado en la que se trató del grave conflicto que enfrenta al presidente Evo Morales con algunos gobiernos regionales, el mensaje de Lula fue fundamental y logró relegar el discurso radical de Chávez a un segundo plano. Era evidente que Lula se había decidido finalmente a saltar al difícil ruedo iberoamericano. Esa buena noticia se confirmó plenamente en la Cumbre de El Salvador en la que el presidente brasileño, sin siquiera pretenderlo, logró atraer todas las miradas y asumió con naturalidad el liderazgo regional. Chávez no apareció por la reunión y se limitó a enviar un mensaje alternativo que pasó sin pena ni gloria. Según las últimas encuestas Lula se ha convertido en el presidente más respetado de las Cumbres. Es él ahora el que llena toda la pantalla. Creo que afortunadamente.

Antonio Sáenz de Miera
www.abc.es

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