sábado, 14 de março de 2009

Tal día como hoy, 14-m

La conmemoración del quinto aniversario de la avalancha criminal del 11-M ha sido más un trámite que una manifestación de duelo. Ha estado más cerca del envarado formalismo que rodea a un minuto de silencio que de la desnudez emocional que es el marchamo de consternación sin etiqueta. Ha sido, en cierto modo, una manera de despedir a pie de andén a un convoy de fantasmas con destino a la amnesia. ¿Y esa actitud a qué obedece, si es que puede saberse? Buena pregunta, sí señor. Lo peliagudo es encontrar, a estas alturas, a alguien que sea capaz de responderle. Después de un lustro, junto al escalofrío del horror palpita todavía la quemazón de la vergüenza. Bien es verdad que, desde entonces, el discurso ha cambiado, son otros los intérpretes y la duda metódica -ese resabio cartesiano- ha claudicado ante la fe del carbonero. Total, del tongo al tango no va sino un letra. ¡Música, maestro! «Silencio en la noche, ya todo está en calma. El músculo duerme y la ambición descansa».

Cada cual es muy dueño de plantear un alegato sobre cómo pasó lo que pasó apelando al dictamen de su razón y su conciencia. Nadie en su sano juicio, sin embargo, podría cuestionar las consecuencias. La principal es que hace cinco años -el 14 de marzo, tal día como hoy, a las setenta y dos horas de tocar a degüello- España se rindió al chantaje del miedo. La tragedia de Atocha no se sustancia únicamente en el balance atroz de desvividos y de muertos. Planteó -y aún plantea- un escenario inédito en la guerra sin tregua, sin lindes y sin reglas que sostiene la cerrazón fanática contra los fundamentos de la sociedad abierta. Según aseguraba André Glucksmann al filo de la carnicería madrileña, el vuelco electoral que inauguró la égida del señor Zapatero fue la puesta de largo de una combinación letal: el cálculo político y la violencia ciega. «Los españoles -apostillaría luego- quisieron aplacar la «hybris» terrorista sacrificando un chivo expiatorio en el altar del vértigo».

Hubo algo más, no obstante; algo que el pensador francés no tiene en cuenta. A lo largo de tres jornadas demenciales -ahítas de ruindad y, también, de torpeza-, una epidemia de rencor puso la convivencia en almoneda. Este país, en suma, volvió a ser el de siempre: un borbotón de chusma y un sublimado de impotencia. Fieles a un ritual inveterado hicimos de la herida una trinchera que no ha cicatrizado por completo. Pero si el miércoles pasado, al cumplir con las víctimas, algunos parecían estar cumpliendo el expediente, no cabe esperar que haya quien recuerde que fue en la ventanilla del 14-M donde se hizo efectivo el pagaré del 11-M. O, dicho de otro modo, que el presente es ininteligible aislado del pretérito. Era tal día como hoy, a las setenta y dos horas de tocar a degüello. Un día en que también la primavera había despuntado antes de tiempo. Un día en que también lucía el sol. Un día en el que todo era una mueca.

En el momento en que pagamos al verdugo un rescate exigido a sangre y fuego, la condición de cómplices se suma a la de rehenes. Ellos son los guardianes del abismo, las pesadillas son su madriguera y su instrumento. Hegel sostenía que la Historia no nos enseña nada excepto que no hay nada que la Historia nos enseñe. ¿Aprenderemos la lección? Empecemos por despejar el trabalenguas.

Tomás Cuesta
www.abc.es

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