domingo, 8 de março de 2009

¿Se acuerda usted de Tariq Aziz?

Esta semana hemos tenido otra muestra de la validez de esa guerra que hubo en Irak y que a decir de tantos no sirvió para nada. Aunque el amable lector probablemente no se haya enterado, el pasado lunes Tariq Aziz fue declarado inocente. A muchos ese nombre se les habrá borrado ya de la memoria. Aziz fue durante décadas la mano derecha de Sadam Husein. Sadam era el primer ministro de su régimen y Aziz fue el viceprimer ministro entre 1979 y 2003, año de la derrota del régimen en la Segunda Guerra del Golfo. Además, fue el ministro de Exteriores entre 1983 y 1991. Cualquier iraquí que tenga sed de venganza hacia Sadam y los baazistas tendría entre sus primeros objetivos a este cristiano asirio que fue la cara internacional del régimen. Yo tuve ocasión de verle el 7 de enero de 1991 en Ginebra, después de su última y frustrada entrevista con James Baker para intentar evitar la guerra. Su frialdad y arrogancia demostraban cuán poco le importaban las muertes que se adivinaban en el horizonte. Hubo guerra, Irak fue derrotado y Aziz siguió en el poder. Tenía razones para ser así de prepotente.

El lunes pasado fue declarado inocente en su primer juicio en Bagdad. Se le acusaba de la muerte de 40 mercaderes que fueron ejecutados sumariamente por el régimen en 1992 bajo la acusación de alterar el precio de los alimentos. Es cierto que a Aziz le quedan otros juicios, mas no puedo evitar pensar una y otra vez en qué país árabe se podría haber dado un juicio como éste, en el que un régimen instalado tras un baño de sangre consiente que uno de los más representativos gobernantes de la etapa anterior se enfrente a la Justicia y salga vencedor. En la política árabe la venganza no es ni siquiera un plato que se sirva frío. Se sirve ardiendo y produce una enorme satisfacción en quienes la ejecutan.

La declaración de inocencia de Aziz no tiene parangón en los anales de la justicia árabe. Con ella se demuestra el enorme valor de lo que EE.UU. y sus aliados hicieron en Irak. Por eso no lo ha podido leer usted en casi ningún sitio esta semana.

Ramón Pérez-Maura
www.abc.es


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