terça-feira, 17 de março de 2009

Movilización contra el aborto


La reforma del aborto que prepara el Gobierno es tan grave que bien merece la movilización social puesta en marcha para oponerse a una medida que degrada los valores sociales. No se trata de una cortina de humo con la que distraer la atención de la opinión pública sobre la pésima gestión del Gobierno de la crisis económica, cuyas dimensiones, tan notorias, se imponen a cualquier estrategia de simulación, por lo que sería un error eludir la respuesta a la ampliación del aborto con la excusa de que es hacerle el juego al PSOE y al Gobierno. Así lo han entendido, con firme determinación, más de trescientos intelectuales y científicos de primera fila, que han suscrito un manifiesto en defensa de la vida humana desde su concepción. El documento será presentado hoy y se basa en las opiniones de expertos en genética, bioética, biología celular, embriología y otras ramas del saber en las que ya no hay duda sobre la condición humana del embrión y del feto. El desconocimiento inexcusable de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, sobre lo que se trae entre manos hizo que despachara la pregunta sobre el inicio de la vida humana con una respuesta que lo dice todo: «No vamos a entrar en cuestiones religiosas». Estos centenares de científicos e intelectuales -así como los promotores de iniciativas similares- no entran en cuestiones religiosas, sino que responden a la pregunta de cuándo comienza la vida humana a partir de sus conocimientos técnicos, comprobados y analizados sin interferencias confesionales. Ahí radica la debilidad de la doctrina abortista, en su empecinamiento al asociar la defensa de la vida humana con posiciones clericales, cuando lo cierto es que se trata de una causa autónoma de ideologías y religiones, sólidamente apoyada en la ciencia y en las técnicas biomédicas más avanzadas.

Pero, aun cuando el criterio de oposición al aborto se basara en principios religiosos o morales, no sería menos legítimo que el científico. Por esta razón, ABC respalda la Jornada en Defensa por la Vida convocada para el 25 de marzo por la Conferencia Episcopal Española, con motivo de la cual reitera a sus fieles la enseñanza de la Iglesia Católica contra el aborto y por la intangibilidad de la vida humana. El derecho de la Iglesia a pronunciarse sobre este asunto es innegable, tanto más si la izquierda y el Gobierno le reservan en exclusiva la defensa del ser humano concebido y no nacido. Nada más lógico que, si el inicio de la vida humana es una «cuestión religiosa», la Iglesia Católica se pronuncie sobre una reforma legal que persigue la impunidad del aborto.

La oposición al aborto libre no es sólo una responsabilidad política o un debate jurídico. Sea cual sea la respuesta de los partidos o de los tribunales de justicia, la sociedad se enfrenta con el aborto libre a la instalación en su seno de un fenómeno degenerativo de los valores y de la dignidad humana. El concebido y no nacido está a expensas de decisiones ajenas, su vida vale más o menos en función de que esté sano o no lo esté, su muerte se exculpa por las molestias que causa el embarazo. Nadie discute el aborto producido en un tratamiento médico para salvar la vida de la madre. El resto de indicaciones despenalizadas cuenta con un tácito asentimiento social, nunca verificado mediante referendo popular y que no las hace más legítimas. Pero el aborto libre que pretende el Gobierno rompe cualquier límite y justifica una reacción social que ABC, por coherencia con su línea editorial, respalda sin reservas.

Editorial ABC
www.abc.es

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