segunda-feira, 23 de março de 2009

Israel y Palestina

Hay un viejo chiste sobre tres individuos perdidos en el desierto y muertos de hambre. Tienen una lata de comida, pero no la pueden abrir. El primero de ellos es ingeniero, usa un palo como palanca y una piedra como fulcro y... no pasa nada. El segundo es físico, hace algunos cálculos, deja caer la lata desde una altura predeterminada a un ángulo cuidadosamente calculado y... no pasa nada. Finalmente, el tercero es economista, mira la lata y dice: "OK, tengo la solución. Asumamos que tenemos un abrelatas".

Un chiste similar se podría contar acerca de los que han trabajado en lo que denominamos –con más esperanza que precisión– el "proceso de paz" en Oriente Próximo. Diplomáticos y negociadores han exhortado a Israel para que entregue territorios (Gaza, por ejemplo) a cambio de paz. Se han centrado en negociar lo fácil pensando que eso daría un "impulso" para llegar a un acuerdo global. Han tratado de "crear confianza" entre las partes del conflicto, como si todo fuera solamente un gran malentendido. Y han asumido tener líderes que en realidad no existen como una forma de conjurar una realidad más deseable.

Todos y cada uno de estos planteamientos han fracasado y si aquellos que estarán a cargo del asunto de Oriente Próximo en la Administración Obama quieren entender el porqué, deberían tomarse el tiempo de escuchar al extraordinario periodista palestino Jaled Abu Toameh. Hace poco dio una entrevista sobre una serie de temas a un grupo de americanos que visitaba Israel y donde estaba Michael J. Totten que colgó la transcripción en su imprescindible página web.

Entre otras cosas, Toameh aclara lo tontos que pueden ser los expertos. En los años 90, por ejemplo, los negociadores de paz "juntaban a todos los combatientes de la OLP repartidos por el mundo, sacaban de prisiones israelíes a miles de terroristas de la OLP, les daban uniformes y armas y los llamaban fuerzas de seguridad. El resultado era que personas que nunca habían recibido ninguna formación básica, que nunca habían terminado el bachillerato, se convertían en coroneles y generales de la Autoridad Palestina de Arafat".

Arafat robó miles de millones de dólares donados por americanos y europeos para ayudar a los palestinos. Parte de ese dinero fue a parar a cuentas bancarias extranjeras y parte a su esposa que vivía a lo grande en París. La mayoría de esos fondos no sirvieron para construir hospitales y colegios palestinos, sino que por el contrario fueron a parar a bares, restaurantes y casinos, justo enfrente de un campo de refugiados. Toameh comentaba que "el hecho de que Arafat fuera deshonesto no era una sorpresa para los palestinos. Lo sorprendente era ver que la comunidad internacional le seguía dando dinero al tiempo que se negaba a que Arafat rindiera cuentas cuando se lo estaba apropiando".

La corrupción y el mal gobierno de Arafat, a los que le siguieron la indecisión y debilidad de su sucesor, Mahmud Abbás, sirvieron para radicalizar a los palestinos y para preparar el camino de la victoria electoral de Hamás que llegó bajo las banderas del "cambio" y de la "reforma". Pero según su interpretación fundamentalista del islam, Hamás también está comprometido con la "resistencia", otra forma de decir que su meta no negociable es la exterminación de lo que considera el infiel Estado de Israel.

"Hamás no va a cambiar" dice Toameh. "Toda la gente que cree que un día Hamás va a modificar su ideología y que aparecerán líderes pragmáticos de entre sus filas, está en las nubes. Hamás no va a cambiar. Les honra haber sido tan claros en su mensaje. Es el mismo mensaje en árabe y en inglés. Están siendo sinceros al respecto".

Después de tantos pasos en falso, ¿cuáles son las posibilidades ahora? Toameh piensa que es el momento de pensar en pequeño, de buscar formas de controlar el conflicto, en vez de tratar de resolverlo todo a la vez con algún gran plan que sea similar a ésos otros presentados en elaboradas ceremonias durante los últimos años en lugares como Anápolis, Taba, Camp David, Oslo y Madrid.

Este conflicto no es solamente de palestinos e israelíes, ni siquiera de árabes y judíos. "Irán, Siria, Hizbolá, Al-Qaeda, la Yihad Islámica, los Hermanos Musulmanes, toda esta gente está desempeñando un papel muy negativo en esta parte del mundo", dice Toameh. "Irán quiere luchar hasta que caiga el último palestino". 

Toameh ofrece algún consejo:

Si yo fuera un judío israelí, iría a ver a los palestinos y les diría, ‘Miren, estoy dispuesto a darles un Estado palestino; la mayoría israelí aprueba esto, no porque amemos a los palestinos sino porque queremos librarnos de los palestinos. Hay una mayoría de judíos hoy que quiere evacuar la mayoría de los asentamientos y quedarse con solamente el 2% de Cisjordania. A la vista de estos cambios positivos en Israel, todo lo que ustedes necesitan es un socio fuerte en el lado palestino. Hay cierta esperanza, pero solamente si hay un socio fuerte en el lado palestino.

Toameh reconoce de inmediato que ese socio fuerte en el lado palestino no existe por ahora. Sin embargo, podría haber alguno en su momento y el esforzarse para alcanzar esa meta sería una tarea útil que los negociadores de paz podrían emprender. Pero simplemente "asumir" que los palestinos tienen líderes decentes y que los israelíes pueden contar con un interlocutor palestino dispuesto y capaz de conseguir un acuerdo que los lleve a la paz es tan inútil como desear agua –o un abrelatas– en el desierto.

©2009 Scripps Howard News Service
©2009 Traducido por Miryam Lindberg

Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias, institución investigadora dedicada al estudio del terrorismo

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