Por fin hemos sabido a qué había venido la ministra Aído al país de los parados: a decirle con entusiasmo a nuestras hijas que, mola tías, por fin he conseguido que podáis abortar desde los dieciséis años.
El otro día nuestro extraordinario presidente del Gobierno de España vaticinó la fiesta anunciando sin recato lingüístico que, pese a que a partir de ahora cada vez habrá menos trabajo, no hay motivo de preocupación alguno, porque tendremos más coyunda en general en el país, y por supuesto eso será siempre algo placentero, pues incluso hasta las menores que se queden embarazadas por culpa del incremento de la copulación, podrán eliminar los fetos resultantes sin tenerle que pedir permiso a los fachas de los padres ni a las estrechas de las madres.
Aído te firmará la autorización en persona, o en su defecto algunas de las quinientas aborteras que la asesoran, y a las que paga generosamente por decir que abortar es bueno, abortar es sano, abortamos poco, hay que abortar más y con menos coste, y hay que empezar a abortar antes incluso de la mayoría de edad. Que todo el mundo sepa con claridad que por mucho que aborte no irá nunca a la cárcel, incluso si lo abortado era un feto, quiero decir, una vida con más de seis meses de gestación.
Por eso se ha encargado nuestra impresionante ministra de sacar el aborto del Código Penal, lo que evitará que en ningún caso pueda haber pena de prisión por practicar o protagonizar abortos. La cosa quedará en multa menor, cuatro días de trabajo social en una oenegé del partido o una semana de cursillos en los que, entre otras cosas, te explicarán cómo hacerlo mejor para que la próxima vez que abortes ni tan siquiera te tengan que sancionar.
De manera que, fenomenal, en este país nuestro estará a partir de hoy más penado matar lagartijas que arrancar de las madres vidas en estado de gestación. Enhorabuena a las lagartijas. Y es que estamos ante una gran noticia para España. No sabíamos muy bien cuál era el papel de esta ministra en el Gobierno, pero ya lo hemos entendido: Aído venía a fomentar el aborto. Y a abortarnos a los padres la capacidad de decidir sobre una posible interrupción del embarazo en nuestras hijas menores. Y a decirnos que lo del aborto no es un problema de salud, sino una cuestión de ideología. Y a que sepa el padre de la cría que por el simple hecho de ser padre, o sea, hombre, no pinta nada en las decisiones de su hija, aunque sea menor e inmadura. Y a contarnos la historia de que uno puede no tener edad para votar o para operarse, pero sí parar abortar, que es una cosa simple y alegre, equiparable a los anticonceptivos, en ningún caso punible y mucho menos sujeto a problemas de conciencia. Es extraordinaria la frivolidad con la que Aído y su tropa abortiva se dedican a hablar de cuestiones serias.
Hemos pasado de decir que abortar es siempre un trauma y que su planteamiento sólo puede estar justificado en casos excepcionales, al grito irresponsable y tontorrón de «aborto porque quiero y porque me da la gana». Tal es el avance al que nos lleva esta espléndida ministra de la frivolidad y del fomento del aborto. Libre y gratuito para todos. Por supuesto.
José Antonio Vera
www.larazon.es
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