sexta-feira, 27 de março de 2009

Marcha por la vida

El próximo domingo, dia 29, en muchos lugares de España, se confirmará que el amor a la humanidad, los valores humanos y la protección de los no nacidos están por encima de etiquetas políticas. La marcha por la vida no entiende de ideología, ni de religión. Se trata de humanidad. Y eso es lo que hay que transmitir por encima de todo. La cuestión no es que una chica de 16 años pueda abortar sin consentimiento paterno, si no que esa chica tiene la responsabilidad de no quedarse embarazada si no desea ser madre. Así de sencillo. Poder abortar libremente hasta las catorce semanas es trivializar algo tan esencial como es la vida humana. 

Gracias a las nuevas tecnologías, podemos acceder a las imágenes de un feto de catorce semanas y comprobar que acabar con la vida de un ser en tan avanzado estado de formación resulta despiadado y peligroso socialmente. Leí una vez que «las sociedades creen regirse por la moralidad, pero no es así, se rigen por las leyes», y ésta ley que propone el Ministerio de Igualdad conduce a la irresponsabilidad de los adolescentes, a la banalización de su sexualidad y a la proliferación de una lícita y espeluznante eliminación de la vida humana. Lo prefieren llamar IVE (interrupción voluntaria del embarazo), pero los mensajes que la sociedad reciba deben ir orientados a evitar embarazos no deseados, ¡no a interrumpirlos! Conociendo las dolorosas secuelas que el aborto deja en el sexo femenino, es contradictorio que esta ampliación de la ley provenga del Ministerio de Igualdad, cuyo máximo interés, supuestamente, es la mujer. El amor a la vida es incompatible con la práctica del aborto. Personas con discapacidad no comprenden que, por tener condiciones diferentes, no tendrían que estar aquí. Que le expliquen a los familiares de una persona con síndrome de Down, por ejemplo, que les podrían haber privado del amor, la alegría y la generosidad de ese ser excepcional. Luchar contra el terrorismo, la violencia de género o el crimen es luchar por la vida. ¿Por qué no respetar también el derecho a vivir?

Irene Villa
www.larazon.es

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