El proyecto totalitario del caudillo venezolano Hugo Chávez empieza a hacer agua. Han bastado unos meses de reducción drástica del precio del petróleo y el desbarajuste económico que ha creado en ocho años de ejercicio arbitrario del poder se empieza a convertir en una verdadera catástrofe. El país está en la ruina y a Chávez ya no se le ocurre más recurso que nacionalizar a diestro y siniestro, desde compañías que gestionan productos básicos como el arroz, hasta los bancos como el de Venezuela, filial del Santander. Aquellos a los que se les ha aplicado la voluntad de Chávez disfrazada de legalidad sabrán pronto si se trata de una expropiación por la que serán compensados o una simple confiscación revolucionaria, a cambio de la que no percibirán nada.
Los expertos no se pueden poner de acuerdo en las cifras, por la sencilla razón de que en Venezuela no hay contabilidad pública y probablemente jamás se sabrá la cantidad de dinero que Chávez ha malgastado con su errática gestión. Las cuentas de un país petrolero cuyo presidente hace literalmente lo que le da la gana son un misterio, aunque se puede adivinar que lo que la nación ha perdido en estos años es una fortuna colosal, tal vez sin precedentes en ninguna otra con unos recursos similares. Y sin embargo, los venezolanos son ahora más pobres que cuando Hugo Chávez llegó al poder. Su último recurso para tratar de que su gobierno no se ahogue en la indigencia es anunciar que subirá el precio de la gasolina, lo que puede ser muy mal percibido por una población acostumbrada a considerar que el combustible les pertenece y que por tanto ha de ser prácticamente gratis.
Chávez no esperaba una crisis económica como ésta, en la que el petróleo no vale nada porque la economía internacional está rodando a medio gas. Y además, tantos años de negligencia han dejado a la petrolera estatal PDVSA literalmente en los huesos, necesitada urgentemente de inversiones que impidan su deterioro progresivo. El mundo camina hacia fuentes alternativas de energía, para que el crudo deje de ser un arma en manos de dirigentes irresponsables. Sin petrodólares, Chávez y sus planes de revolucionario continental no tienen mucho futuro. Hasta ahora ha reaccionado a base concentrar en sus manos toda la economía, que es la mejor garantía de que la situación se agravará. En algunos países desarrollados la crisis ha provocado la caída del Gobierno. En otros, puede bien precipitar el fin de la dictadura.
Editorial ABC
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