Parece ser que Cataluña aspira a competir con su selección en un campeonato mundial de bolos. De bolos americanos, nada del otro mundo. Para mí, no hay más bolos que los montañeses, el bolo palma, pero esto puede considerarse excesivamente parcial, y lo es. Bellísimo deporte que practico todos los veranos con escaso rendimiento y magnífico estilo, no en vano soy conocido en la Montaña occidental como «El Pasmo de Ruiloba».
En España hay más de trescientas modalidades de bolos, y miles en el mundo. Y de los bolos salen otros ejercicios, que no deportes, fundamentados en el tino y la puntería, como la petanca, las chapas, las canicas sobre grava y la rana. En las novelas del marqués de Sotoancho adquieren gran importancia «Las canicas sobre alfombra de la Real Fábrica de Tapices», pero reconozco que se trata de un deporte excesivamente elitista para que se convierta en un entretenimiento de masas. Y respecto a la rana, poco que decir. He ganado algunos campeonatos estivales, lo que da a entender que es una bobada de juego. Se lanza una ficha metálica a la boca entreabierta de una rana de hierro, y si la ficha se introduce por la boca de la rana se consiguen cien puntos. Cincuenta si entra por el molinete, y veinticinco o diez si lo hace por cualquiera de los orificios laterales de la mesa.
Quiero decir con todo esto que España puede soportar perfectamente una selección de Cataluña de bolos americanos, como una de petanca, otra de rana y hasta un equipo de chapas. En el País Vasco se disputa cada año un campeonato del mundo de Soga-tira, y lo ganan siempre equipos vascos, porque no existen de otros lugares que se dediquen a esa majadería. En Palencia hay un juego de chapas que sólo se practica allí, entre Herrera del Pisuerga y Aguilar de Campoo. Unas chapas con cara y cruz que se lanzan después de las apuestas. El que hace de banca apuesta por un lado y los jugadores por el envés, de tal modo que cuando pierden los apostantes el de la banca grita «¡Cagó la nena!» y se queda con el dinero de los demás.
Nada afectaría a la unidad de España una selección de Palencia de chapas, que más o menos, tiene la misma importancia y trascendencia que una selección de Cataluña de bolos americanos, que es deporte de ligue durante el franquismo, muy habitual entre los señoritos del barrio de Salamanca, que al no poder superar la muralla de la virtud de sus novias oficiales, acudían a las boleras para meter mano a otras troncas menos escrupulosas, aquellas a las que el gran Javier Satrústegui, presidente del Tenis y el Náutico de San Sebastián, llamaba «guarritas fabulosas».
Después del triunfo de España en la Eurocopa de fútbol, los nacionalistas necesitan analgésicos y laxantes, porque se han quedado bastante estreñidos. Y qué mejor laxante que presumir de una selección de bolos americanos. No hay que concederle importancia a la extravagancia mema. Es más, manifiesto mi deseo de seguir día a día el desarrollo del campeonato y de animar, por supuesto, a Cataluña, que como español es también mía. Y si consiguen el triunfo, me personaré en Barcelona para recibir a la selección triunfadora lanzándome a la calle como uno más de los millones de catalanes que celebrarán la victoria, como ha ocurrido en Madrid con la Selección de Fútbol. Cataluña: ¡Suerte en los bolos!
En España hay más de trescientas modalidades de bolos, y miles en el mundo. Y de los bolos salen otros ejercicios, que no deportes, fundamentados en el tino y la puntería, como la petanca, las chapas, las canicas sobre grava y la rana. En las novelas del marqués de Sotoancho adquieren gran importancia «Las canicas sobre alfombra de la Real Fábrica de Tapices», pero reconozco que se trata de un deporte excesivamente elitista para que se convierta en un entretenimiento de masas. Y respecto a la rana, poco que decir. He ganado algunos campeonatos estivales, lo que da a entender que es una bobada de juego. Se lanza una ficha metálica a la boca entreabierta de una rana de hierro, y si la ficha se introduce por la boca de la rana se consiguen cien puntos. Cincuenta si entra por el molinete, y veinticinco o diez si lo hace por cualquiera de los orificios laterales de la mesa.
Quiero decir con todo esto que España puede soportar perfectamente una selección de Cataluña de bolos americanos, como una de petanca, otra de rana y hasta un equipo de chapas. En el País Vasco se disputa cada año un campeonato del mundo de Soga-tira, y lo ganan siempre equipos vascos, porque no existen de otros lugares que se dediquen a esa majadería. En Palencia hay un juego de chapas que sólo se practica allí, entre Herrera del Pisuerga y Aguilar de Campoo. Unas chapas con cara y cruz que se lanzan después de las apuestas. El que hace de banca apuesta por un lado y los jugadores por el envés, de tal modo que cuando pierden los apostantes el de la banca grita «¡Cagó la nena!» y se queda con el dinero de los demás.
Nada afectaría a la unidad de España una selección de Palencia de chapas, que más o menos, tiene la misma importancia y trascendencia que una selección de Cataluña de bolos americanos, que es deporte de ligue durante el franquismo, muy habitual entre los señoritos del barrio de Salamanca, que al no poder superar la muralla de la virtud de sus novias oficiales, acudían a las boleras para meter mano a otras troncas menos escrupulosas, aquellas a las que el gran Javier Satrústegui, presidente del Tenis y el Náutico de San Sebastián, llamaba «guarritas fabulosas».
Después del triunfo de España en la Eurocopa de fútbol, los nacionalistas necesitan analgésicos y laxantes, porque se han quedado bastante estreñidos. Y qué mejor laxante que presumir de una selección de bolos americanos. No hay que concederle importancia a la extravagancia mema. Es más, manifiesto mi deseo de seguir día a día el desarrollo del campeonato y de animar, por supuesto, a Cataluña, que como español es también mía. Y si consiguen el triunfo, me personaré en Barcelona para recibir a la selección triunfadora lanzándome a la calle como uno más de los millones de catalanes que celebrarán la victoria, como ha ocurrido en Madrid con la Selección de Fútbol. Cataluña: ¡Suerte en los bolos!
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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