terça-feira, 1 de julho de 2008

Marea colorada

La marea roja es la que intoxica a los mejillones. Para explicar lo que vi en la noche del domingo en Madrid prefiero recurrir al colorado. Al colorado y amarillo, a esa Bandera de España fragmentada en decenas de miles de cuerpos que iban y venían a su albedrío y aire con la alegría como única compañera. Mal lo pasaron algunos el domingo por la noche. Ibarreche, Erkoreka, Urkullu, Tardá, Puig, Madrazo, Llamazares… Porque estos últimos están con los nacionalistas, que aquello tan español que fuera el Partido Comunista de España se ha convertido en un saco vacío de votos y lleno de rencores, así que allá ellos. Banderas de España en Madrid, en Barcelona, en Bilbao, en San Sebastián… La euforia rompe las prudencias y las cautelas en los territorios españoles que sufren la bota de la aldea. Marea colorada y amarilla, impetuosa, feliz y benéfica. Igualmente civilizada, que en Canaletas apareció un cachorro de Carod-Rovira envuelto en un trapo separatista y nadie le rozó un pelo. Se limitaron a decirle, muy educadamente, «tonto, que esa cosa hoy no toca», y el chico lo comprendió y se marchó calle arriba con la grimpolilla bajo su camiseta, negra zaína, negra tardá, negra puig-cercós, negra SS, alemana antigua, mussoliniana de antaño, catalanista de hogaño. Y en Bilbao, un grupo de «borrokas», cabreadísimos, recluidos en una «Herriko Taberna» sin atreverse a salir a la calle, cuando en la calle nadie tenía intención de reparar en ellos, pues la alegría no se mezcla con las heces. Y en Ermua, la yerma, la castigada, una multitud de banderas españolas celebrando la victoria de Viena, ovacionando en la pantalla grande la aparición de los Reyes. Marea colorada y amarilla en todos los rincones de España, en las esquinas de la Derecha y de la Izquierda, Llamazares y Madrazo excluidos. Silencio sepulcral en los hogares de las feas del PCTV, y los pimientos y las ciruelas doradas del huerto de Javier Arzallus, mostrando en las puertas del caserío la Bandera vegetal y española que defendió su padre y que amó su madre hasta el último suspiro. «No quiero ver esas banderas tuyas, Javier, que la mía ya sabes cuál es». Pues esa, la misma, la que ayer se paseó por toda España por ese milagro social que es el fútbol, por una selección, la de España, con madrileños, andaluces, vascos, catalanes, asturianos, gallegos, valencianos, canarios, manchegos y aragoneses, al mando de un castizo, Luis Aragonés, más chulo que un ocho, más sabio que nadie y con los nísperos bien puestos por haber soportado una campaña insufrible a favor de un futbolista que hubiera roto la velocidad y el encanto de su equipo. No lo nombro porque también él –lo ha demostrado con creces–, habrá formado parte de la marea colorada y amarilla, y es hora de abrazos y no de reproches. Pero reconozca que ha dado bastante la lata.

En fin, que un Campeonato de Europa de Selecciones Nacionales –Nacionales, recuerden–, ha conseguido lo que ninguna acción política. Que nadie sienta miedo por llevar la Bandera de España, que es la de todos, incluidos los que no quieren ser como todos. Y termino, que estoy escribiendo con la colorada puesta y hace un calor de mil demonios. ¡Viva España!

PD. Me adhiero sin reservas al Manifiesto por la Lengua Común.

Alfonso Ussía
www.larazon.es

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