Varios niños con sus rostros ensangrentados son la foto de portada de El País. En El Mundo una imagen semejante de un padre arrodillado llorando la muerte de sus tres hijos acompaña a un titular que no admite equívocos: “El ejército israelí mata a 23 civiles palestinos en Gaza, 13 de ellos niños”. La “crónica” del conflicto de la edición digital del mismo periódico reseña la muerte de un anciano y su nieto, el funeral por un médico muerto el domingo y otras cinco mujeres víctimas de la ofensiva israelí. Pero estas no son noticias, son pura y simple propaganda. El manual lleva mucho tiempo escrito y una y otra vez se repite paso a paso.
A la vez, en nuestras calles, recordando escenas de años pasados, comienzan a reaparecer manifestantes que corean nuevamente el lema del “no a la guerra”. Ahora las cacerolas parece que han pasado de moda y han dejado paso al intimidador zapato, que convive armónicamente con las banderas del PC, el omnipresente Che Guevara y las pancartas del kit de siempre. Se supone que se manifiestan para detener la “agresión” hebrea, que es como califica estos hechos el grupo terrorista Hamas. Rodríguez Zapatero, en la línea de los políticos de Occidente, prefiere legitimar los actos de Israel y llamarlos “reacción” aunque, eso sí, se trataría de una “reacción desproporcionada”, perdiendo de esta manera su justificación inicial. ¿Cuántos muertos hubieran sido “proporcionados” Sr. Presidente? Para Zapatero, como para los manifestantes, el ataque hebreo es contra Gaza y no contra un grupo terrorista, que es como define la confrontación la UE por boca de su presidente, siguiendo el lenguaje de Israel al pie de la letra.
Ningún medio de los dos citados, los más leídos en España, hace referencia a que continúan cayendo sobre territorio de Israel, en ciudades, sobre población civil, cohetes que también causan muertos. Muertos que también son niños, ancianos, mujeres y médicos y que, igual que en Gaza, se pueden retratar con el rostro de la inocencia y que dan cuenta del fracaso de los propósitos públicos de su Gobierno cuando emprendió la ofensiva. Hamas no se ha ruborizado en anunciar que quiere tomar como rehenes a soldados hebreos para no se sabe bien hacerles qué. Pero claro, los muertos, todos los muertos, no tienen el mismo valor.
Invito al lector a echar un vistazo rápido a periódicos como Haaretz y Jerusalem Post para constatar como, si los medios occidentales tuvieran como propósito informar menos tendenciosamente, podrían construir portadas con fotos idénticas de Gaza y Beersheba con casas destruidas, gritos y lamentos. Pero es necesario deslindar la propaganda, las mentiras necesarias para atar a través de lo sensible a la opinión, del fondo de la cuestión.
Todo Occidente, tanto el “progre” como el “conservador” asume como una realidad dada e irreversible el Estado hebreo, cuya creación ha sido la causa de un conflicto perenne en la zona. Israel es uno de los frutos del nuevo orden nacido al término de la Segunda Guerra Mundial. Venía a satisfacer las pretensiones del movimiento sionista, que desde principios del siglo laboró abiertamente para crear un Estado que fuera homogéneamente judío. Allí enviaron a judíos de todo el mundo años antes de 1948, aunque más intensamente a resultas de la persecución desatada contra ellos por los totalitarismos. Del 6 % regional de principios de siglo se pasó en zonas concretas a más del 80 %, no sin la resistencia de la población local, que incluso llegó a sublevarse. Pero ni siquiera así se alcanzó una superioridad numérica que permitiera el establecimiento de una democracia controlada por los hebreos sin temor a la hegemonía de otros grupos. Desde el principio, incluso antes del abandono del protectorado por parte de los británicos, las fuerzas sionistas comenzaron a ejercer violencia contra la población local, incluyendo a los cristianos, con el objetivo de movilizarla fuera de las tierras que pretendían incluir dentro del futuro Estado. Ilan Pappè ha resumido magníficamente todos estos hechos en su último libro, titulado La limpieza étnica de Palestina (Ed. Crítica, 2008). Esa limpieza étnica fue diseñada y llevada a la práctica por el socialismo judío.
El sionismo tenía unos objetivos mínimos, la consecución de un Estado dominable, y unos objetivos máximos, adquirir la soberanía sobre todas las tierras del mapa diseñado a comienzos de siglo. Esas dos ideas siempre han estado presentes en todas sus acciones y la creación del Estado de Palestina fue un paso atrás en esa política. ¿Estamos asistiendo a la reversión del orden consensuado en la década de los noventa? ¿Es cierto que estamos ante un ataque contra Gaza y no solo ante una operación contra Hamas?
Carlos Gregorio Hernández
http://www.diarioya.es
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