Raúl Castro ha movido, por fin, ficha y se ha atrevido a desembarazarse de la sombra del hermano mayor, la misma que le ha aplastado desde hace más de medio siglo. Nominalmente, y por decisión de Fidel, era la máxima autoridad de la dictadura castrista, pero hasta ayer, ni él ni Cuba se lo creían.
Raúl, «la China», sabía que contaba con el Ejército. No en vano, durante el periodo especial él permitió que los militares plantaran verduras en los cuarteles y luego las vendieran en el mercado libre, lo que sirvió a los mandos para sobrellevar el hambre que castigaba al resto de la población. Pero nunca tuvo el control de la política exterior ni de la economía. Esta última llevaba en manos de Carlos Lage desde 1986, cuando fue designado por Fidel primer ministro virtual. Él representaba a Cuba en la ONU o en las Cumbres Iberoamericanas, y él manejaba también la política económica de la isla. Era el ojito derecho de Fidel. El izquierdo lo asumía Felipe Pérez Roque, el fogoso canciller, presidente de las juventudes del PC Cubano y secretario personal del máximo líder. Los dos se escapaban al control de Raúl. Es más, lo menospreciaban y presumían de tener hilo directo con Fidel y su chándal. Ahora, Raúl, apoyado en los militares y en el nuevo número 2 del país, Machado Ventura, un «joven» de 79 años y opuesto a toda apertura política y económica, los ha borrado del mapa. Fidel debe estar agonizando.
Alberto Pérez Giménez
www.abc.es
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