La doble moral de la izquierda

«EEUU revisa la política de Bush hacia Cuba» titulaba el pasado viernes a seis columnas un diario madrileño que intenta erigirse con el santo y la limosna de la izquierda española. Maravilloso titular que lo dice todo. Primero que el ex presidente Bush es el muñeco de trapo al que hay que culpar de lo habido y lo por haber. Y segundo, que con eso nos ahorramos recordar que la política que en ese titular se atribuye a Bush es exactamente la misma que Bill Clinton -sí, el marido de la hoy secretaria de Estado- George Bush, Ronald Reagan, Jimmy Carter -del que comentan los iniciados que no era muy de derechas- Gerald Ford, Richard Nixon, Lyndon Johnson y... ¡John F. Kennedy! Sí, John Kennedy, el de Bahía de Cochinos. Se da la circunstancia de que la hija de John Kennedy, Caroline Kennedy, dijo en la pasada campaña presidencial que daba su respaldo a Barack Obama porque era el primer candidato que reflejaba los mismos valores que su padre. Pues algún adalid de la izquierda española parece dispuesto a enmendar la plana a la señora Kennedy y enseñarle lo que de verdad pensaba su padre. Porque para esa izquierda es inimaginable que Kennedy y Bush pensaran lo mismo en absolutamente nada.

En 1999 tuve la ocasión de cenar en París con Pierre Salinger, que fue secretario de Prensa de Kennedy. En la sobremesa, saboreando habanos y escocés, Salinger me contó el día en que el presidente Kennedy le dio la orden de salir a las tres de la tarde a recorrer todas las cavas de puros de Washington DC y comprar cuantas existencias hubiere. Sin reticencia alguna a cumplir la orden, Salinger se limitó a preguntar el por qué, a lo que el presidente respondió con escueto y ejecutivo «Just do it», limítate a hacerlo. Esa misma noche Salinger volvía a la Casa Blanca con un espectacular cargamento de habanos y al día siguiente, a las ocho de la mañana, el presidente Kennedy firmaba el embargo a Cuba. Claro que, quizá lo que la izquierda bienpensante quiera resaltar es que la diferencia entre Kennedy y Bush es que este último no fuma habanos ni bebe nada.

Ramón Pérez-Maura

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