domingo, 28 de setembro de 2008

El principio de la vida

Varias opciones se vislumbran en la carrera emprendida por el Gobierno -y su comité de expertos convocados por el Ministerio de Igualdad, todos proabortistas o ligados a la administración socialista- para abordar la nueva regulación del aborto. Si bien con los tres supuestos hoy despenalizados existen algunos plazos para la interrupción voluntaria del embarazo, todo hace pensar que el camino hacia una futura ley de plazos o un cuarto supuesto de despenalización ampliarían los límites para abortar ahora vigentes.

Sin embargo, gran parte de la comunidad médica rechaza un cambio de legislación sobre el aborto porque considera que con los tres supuestos regulados hoy día se da cabida a determinadas situaciones. Existe, pues, otro debate de fondo. Muchos científicos defienden la existencia de vida desde el primer momento de la fecundación, pues se genera una célula con una carga genética que convierte a ese ser en un individuo único e irrepetible en la especie humana.

Ese punto de vista científico tiene además un amplio respaldo en buena parte de la sociedad que asume la existencia de vida desde el principio y que la defiende desde un punto de vista moral y ético. Y ya desde una esfera jurídica, el respaldo a este principio llega hasta la cima del corpus legislativo, toda vez que el propio Tribunal Constitucional, en sentencia del mes de abril de 1985, reconoce los derechos que asisten al «nasciturus». En ese fallo se deja sentado que la protección que la Constitución dispensa al «nasciturus» implica para el Estado dos obligaciones: la de abstenerse de interrumpir o de obstaculizar el proceso natural de gestación, y la de establecer un sistema legal para la defensa de la vida que suponga una protección efectiva de la misma y que, dado su carácter fundamental, incluya como última garantía, las normas penales.

La legislación actual recoge que una mujer puede abortar hasta las doce semanas siempre que el embarazo sea resultado de una violación. Incluso, el PSOE, en sucesivas proposiciones de ley presentadas en el Congreso de los Diputados, ha propuesto esa frontera para incluir un cuarto supuesto de despenalización: la madre podría abortar dentro de las 12 primeras semanas si el embarazo le supone «un conflicto personal, familiar o social de gravedad».

Además, algunos países de nuestro entorno contemplan esa misma fecha para permitir el aborto libre, un espejo en el que podría mirarse la nueva regulación que impulsa el Gobierno socialista, pues una de las tareas encomendadas al comité de expertos formado por la ministra Aído es analizar las legislaciones en países europeos.

Responder a estímulos

Sin embargo, ante una ley de plazos o un cuarto supuesto también cabe la posibilidad de que el aborto se permita en fases más avanzadas del embarazo, por ejemplo, hasta las 14 ó 16 semanas. Un límite todavía por decidir.

A esas alturas, a las 12 semanas, el tamaño del feto no es mayor al de un puño (mide unos 6 centímetros y pesa unos 25 gramos). Ya para entonces, las estructuras de su cuerpo, aunque ya estaban presentes antes, ofrecen el aspecto de estar acabadas y su rostro ya parece humano. El corazón lleva más de un mes latiendo. «El feto tiene todos los órganos, aunque todavía inmaduros», afirma Luis Granados, doctor en Medicina y Cirujía y especialista en Ginecología y Obstetricia. «El embrión ha pasado su primera prueba con éxito y seguirá desarrollándose hasta nacer», señala.

Para hacerse una idea, «tenemos un auténtico bebé en miniatura, que cabe en la mano», lo describe Luis Chiva, doctor en Medicina, especialista en Ginecología y Obstetricia y profesor adjunto de la Universidad de Texas. Este experto incluso apunta que el feto en ese estadio de desarrollo «responde a estímulos con una sonda vaginal o incluso se encoge si damos una palmadita en el vientre de la madre».

Es hasta las 12 semanas cuando se producen el mayor porcentaje de abortos en España (87%). En 2006, fueron 89.340, aunque la mayor parte de ellos (62%) se practicaron antes de las ocho semanas. Otro momento clave. Es entonces cuando el embrión se convierte en feto y mide entorno a 1,5 y 2 centímetros. «A las cinco semanas empieza a latir el corazón, a la octava tenemos todo formado. Tenemos músculos, terminaciones nerviosas...», dice el doctor Chiva.

Hay otro estadio de gran trascendencia: las 22 semanas de embarazo. En este caso, la legislación actual recoge que si existen «graves» malformaciones en el feto se puede abortar hasta esa fecha. Pero sólo el 2% de los embarazos resultan problemáticos para el feto, según el doctor Chiva.

Granados aporta otra clave en este punto del debate: «Se considera malformación cualquier anomalía que salga de lo normal. Y con la legislación actual si a un niño le falta un dedo, con esa sola excusa se podría abortar. Pero una malformación grave es aquella incompatible con la vida, que no permite sobrevivir al feto».

El plazo de las 22 semanas también existe en países europeos. Y en ese mismo camino se pronunció el Comité de Bioética de la Generalitat catalana, cuando recomendó al Gobierno incluir el aborto libre hasta las 24 semanas.

La viabilidad fetal

La comunidad médica internacional considera que a partir de ese estadio (22 semanas) el feto tiene ya viabilidad fuera del útero de la madre, es decir, podría sobrevivir en una incubadora y con cuidados intensivos. Se conocen algunos casos. «Se trata de grandísimos prematuros con meses de incubadora. Tienen posibilidades de supervivencia por los avances médicos», explica Granados.

De hecho, desde 1982, está admitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (Figo), que el aborto es «la expulsión o extracción de la madre de un feto o embrión con menos de 500 gramos de peso, o menos de 22 semanas completas de gestación («que equivalen a 24 semanas de amenorrea», concreta Granados), independientemente o no de la existencia de signos de vida, o de que el aborto haya sido espontáneo o provocado».

La propia Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (Sego) se ha pronunciado recientemente en la misma línea. Entiende el aborto dentro de la definición expuesta por la OMS y considera que existe viabilidad fetal a partir de las 22 semanas de gestación.

Por tanto, más allá de ese plazo interrumpir voluntariamente un embarazo no se considera abortar, por lo menos desde el punto de vista médico. El propio presidente de Sego, José Manuel Bajo, afirmó en su día que «cualquiera que haya visto una ecografía, que vea cómo se mueve un niño por encima de las 24 semanas... El sólo hecho de interrumpir ahí una gestación con una túrmix, con un destructor hasta hacerlo papilla literalmente para expulsarlo entra dentro de lo que nosotros no podemos apoyar». Representaba a más de 6.000 ginecólogos y obstetras.

«Es realmente un infanticidio», insiste el doctor Chiva. «Una aberración», lo califica su colega Granados. A las 22 semanas, casi ya con seis meses, el feto comienza a despertar sus sentidos. Pesa unos 500 gramos y supera los 21 centímetros. Ocupa casi todo el útero y empieza a tener menos espacio para moverse.

Los datos de Sanidad revelan que el 2% (2.001) de los abortos en España se realizaron rozando ese plazo, a partir de las 21 semanas. Serían aquellos practicados a causa de una malformación o por otro de los supuestos de despenalización: la madre puede interrumpir su gestación en cualquier momento, sin plazo alguno si supone «un grave peligro para su vida» o salud física o psíquica.

Pero, como apunta el doctor Granados, los casos de peligro físico para la madre «son prácticamente marginales». Sin embargo, el riesgo psicológico se ha convertido en el gran coladero por el que se practican la mayor parte de los abortos en nuestro país. El 96% de abortos de 2006 se alegó riesgo físico o psicológico para la madre.

Más allá de establecer plazos o supuestos, existe otro debate de fondo. Desde que un solo espermatozoide logra horadar la membrana del óvulo y fecundarlo comienza la fascinante aventura de la vida. Es decir, desde el momento de la fecundación se forma un célula con una carga genética que hace a ese individuo un ser único en su especie. «Una célula se define como una unidad de vida en todos los manuales de Biología Celular. Si se deja que un cigoto se desarrolle se generan todas y cada una de las estructuras que forman el ser humano. El cigoto es la única célula que contiene en su origen, en sí misma, cada una de esas estructuras», explica Mónica López Barahona, ex consultora de Bioética para la ONU y directora del Máster de Bioética de la Universidad Rey Juan Carlos.

«Irrepetible y único»

No es la única en mantener esa tesis. Para el doctor Granados «tras la fecundación ya hay vida. Es la Medicina basada en la evidencia». Y Luis Chiva lo explica así: «Cuando se fusionan dos núcleos pasa a ser algo irrepetible y único en el ser humano. Entonces todo el equipaje genético empieza a descomprimirse. Y los diferentes estadios embrionarios y posteriormente del feto son fases, manifestaciones, por las que pasa el ser humano desde el momento de la concepción».

M.J. Pérez-Barco
www.abc.es

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