El presidente Zapatero ha viajado a Nueva York, ciudad que, aunque situada en territorio del Imperio del Mal, goza del aura de extraterritorialidad que le transmite la sede de las Naciones Unidas. Allí se propone lanzar una buena dosis de intenciones beatíficas a los asistentes a la Asamblea General de la ONU. Al auditorio allí le encantan los planes de salvación, incluso los de mero entretenimiento como la Alianza de Civilizaciones. Sobre todo cuando llegan acompañados de un cheque con fondos pagados por el artífice de la ocurrencia o, para ser más exactos, por los contribuyentes del país representado por el ocurrente. En las Naciones Unidas, donde vuelve a haber una sólida mayoría de países gobernados por regímenes que consideran que los derechos humanos son una ocurrencia más, de las menos gratificantes, de democracias occidentales menguantes o directamente caducas, Zapatero siempre tendrá un público tan agradecido como en Rodiezmo. No porque él no sea un defensor de los derechos humanos. Ayer habló de una «defensa radical» de los mismos. Es cierto que a veces es implacable. Condena firmemente toda violación de los derechos humanos en Estados Unidos y en la Italia de Berlusconi. Menos atención presta a esos mismos derechos en Cuba, Rusia, China. Al fin y al cabo, uno no puede abarcarlo todo. Especialmente cuando uno tiene una agenda de líder mundial como ha demostrado tener en este viaje una vez más.
Pero dejemos las galas de política internacional del presidente, la de la ONU y la de nada menos que el Foro del Liderazgo Mundial -impresiona, ¿verdad?- en el que el pobre Gordon Brown intenta consolarse lejos de casa con la compañía de Zapateros y Erdoganes. Vayamos al capítulo más trascendental y enjundioso del viaje de nuestro presidente allende los mares, el que ha transcurrido directamente en la boca del lobo del capitalismo culpable, represor y ladrón. El lobo está maltrecho como todo el mundo sabe y ya siente de forma más o menos directa. Pero debe haberse sentido reconfortado ayer con las palabras del socialista español que le ofrece una especie de asilo político y social en España. Después de haber insultado por activa y por pasiva a los americanos y a sus empresas del capitalismo de rapiña, Zapatero ayer llegó al acto organizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España, es decir, por las empresas ya asentadas en nuestro país y obligadas en defensa de sus intereses aquí a tratar a regañadientes con un poder que sabe ser rencoroso. Ninguna institución empresarial o económica norteamericana ha tenido el menos interés siquiera en darse por enterada de la presencia del presidente. Deben ser unas insensatas o ignorantes. Porque habrían tenido oportunidad de ver al líder máximo del país con «el sistema financiero más sólido del mundo». Ahí es nada. «Superamos la media europea y a Italia, lo que deprime a Berlusconi. Queremos adelantar a Francia, no lo quiere ni oír Sarkozy». ¡Qué perlas se ha llevado a Nueva York mientras aquí sólo llueven cascotes! Es que no tiene precio.
Hermann Tertsch
www.abc.es
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