sexta-feira, 19 de setembro de 2008

Un artista en el Madrid rojo


"España sufre" pertenece a lo que se puede considerar ya todo un subgénero literario. Lo conforman los libros sobre refugiados en embajadas o recintos bajo protección diplomática en el Madrid republicano de la Guerra Civil. Entre sus compañeros en este apartado están clásicos como Una isla en el mar rojo, de Wenceslao Fernández Flórez, o Un diplomático en el Madrid rojo, de Félix Schlayer, publicado no hace mucho tiempo en España con el título de Matanzas en el Madrid republicano.

La originalidad de España sufre es su género. No es una novela como la obra de Fernández Flórez ni un libro de testimonios como el de Schlayer, sino un diario que abarca dos fechas capitales de nuestra historia: el 18 de julio de 1936 y el 28 de marzo de 1939. El género le proporciona una espontaneidad, una inmediatez y una frescura que cobran aún más intensidad por el estilo del autor, directo, claro, incisivo.

El argumento principal gira, como no podía ser menos, en torno a la peripecia dramática en que se ven envueltos el autor, su familia y muchos de los personajes con los que aquel se va a ver obligado a convivir, a la fuerza o por compasión. Pero el autor no se concentra sólo en eso. El género mismo del diario le lleva a contar otros muchos aspectos de la vida del Madrid de esos años. No faltan las observaciones sobre las costumbres o los espectáculos, a las que nuestro hombre, cronista ameno e infatigable, sabe siempre sacar punta. Hay anotaciones acerca de la actualidad política, muchas de ellas interesantes para quienes se interesen por la historia, como aquella que alude a la posible salida de España en barco de la mujer de Azaña, en octubre de 1936.

Hay aquí buenos retratos de algunos de los protagonistas de esos años. El autor conocía bien al coronel Segismundo Casado, del que se sentía bastante próximo, y lo presenta en acción en varias ocasiones. Besteiro es también objeto de una escena memorable, como lo son el poeta y chequista Rafael Alberti y su esposa, María Teresa León, cuando reinaban como nuevos dueños de las casas madrileñas incautadas y convenientemente saqueadas por las organizaciones defensoras, como se dice ahora, de la legalidad republicana.

El autor de este gran diario, Carlos Morla Lynch (1885-1969), fue un diplomático chileno, uno de esos diplomáticos y excelentes escritores que durante mucho tiempo dieron los países iberoamericanos. Conoció el París de las vanguardias artísticas y recaló en Madrid en los años veinte. Aquí se ganó la amistad de los artistas y los escritores de la época. Él mismo era un músico aficionado respetable. Amigo predilecto suyo fue Lorca, que centra un primer volumen de diarios: En España con Federico, también publicado por Renacimiento este mismo año. Ya había sido publicado en los años cincuenta del siglo pasado. Inexplicablemente, nunca se había reeditado hasta ahora, siendo como es de las obras sobre Lorca más citadas.

El contraste entre los dos volúmenes no puede ser mayor. En los buenos tiempos, Carlos Morla y su mujer mantenían abierto un salón en el que recibían a lo más fino y granado de la intelectualidad madrileña. Ellos mismos se integraron bien en ese ambiente selecto, futurista y cursi. Las revoluciones suelen ir precedidas de esos vastos chisporroteos de inanidades. El mismo salón se convierte ahora, en España sufre, en refugio de los perseguidos por la revolución y el terror desencadenados el 18 de julio de 1936.

Carlos Morla no tiene ideas preconcebidas ni sobre la situación ni, aún menos, sobre sus huéspedes. En cuanto a lo primero, tiende, como es lógico –siendo él diplomático–, a una lealtad no exenta de crítica hacia el régimen republicano. Su opinión irá evolucionando a medida que se va percatando de la frivolidad de las autoridades, de su incapacidad para gestionar con patriotismo y rigor un conflicto bélico que desde el principio Morla prevé largo; por la crueldad de aquellas, al aceptar o propiciar los sufrimientos de la gente común, además de los crímenes cometidos en nombre de la revolución, cuando no de la República, y de los que el mismo Morla, en calidad de diplomático y de residente en el Madrid rojo, será testigo directo. En cuanto a sus huéspedes, Morla no siente un particular aprecio por ellos. Suelen ser aristócratas o gente rica con maneras y caprichos que muchas veces le parecen despreciables. Eso al principio.

Al final, Morla se rinde a la evidencia. Después de lo ocurrido entre 1931 y 1939, a nadie le extrañará que desconfíe de los entusiasmos populares, incluso de quienes celebran el final de la Guerra Civil y la revolución. De ahí sus reticencias ante la euforia de finales de marzo del 39. A pesar de eso, las últimas páginas celebran la entrada de Franco y las tropas nacionales en Madrid como una liberación. Bien es verdad que tendrá que dar pronto refugio a algunos perseguidos por el nuevo régimen…

España sufre, tan vivo, tan poco dogmático, tan finamente escrito, ha gustado mucho a quienes subliman la querencia progresista en la exquisitez estética. Pero en eso no le cabe responsabilidad alguna ni al autor ni a la obra. Ya se ha convertido, desde el momento mismo de su publicación, en un nuevo clásico sobre la Guerra Civil.

CARLOS MORLA LYNCH: MADRID SUFRE (DIARIOS DE GUERRA EN EL MADRID REPUBLICANO). Renacimiento (Sevilla), 2008, 840 páginas. Prólogo de ANDRÉS TRAPIELLO.

José María Marco - Pinche aquí para acceder a su web.

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