El gobierno de 1969 se propuso, como queda dicho, asegurar la sucesión en Juan Carlos como tarea principal. La derecha española consideraba tradicionalmente la monarquía como el elemento fundamental, refrendado por la historia, de la estabilidad social y de la misma unidad de España –supuesto muy discutible–, contrastándola con las experiencias republicanas, realmente catastróficas. Ante el objetivo de afirmar la monarquía, pasaban a segundo plano asuntos como el de las asociaciones, que muchos, Franco entre ellos, miraban con recelo, como un posible factor de distorsión política.
Claro está que no todo el mundo veía las cosas de igual modo, dentro y fuera del régimen. Ni la monarquía ni la persona de Juan Carlos concitaban demasiado fervor popular, persistía contra el príncipe una inquina sorda en medios franquistas, no digamos de la oposición, y el Vaticano y el clero antifranquista no iban a poner las cosas fáciles al gobierno.
El suceso político más destacado del año 1970 fue seguramente el "Proceso de Burgos", un juicio militar sumarísimo contra terroristas de la ETA acusados de haber asesinado a Melitón Manzanas, un policía de alto rango, al guardia civil José Pardines y al taxista Fermín Monasterio. Manzanas seguía una rutina tomando cada día un autobús, sin protección alguna, y un miembro del PNV suministró a la ETA información sobre sus movimientos. Uno de los etarras, Iñaqui Sarasqueta, explicaría muchos años después que la oposición al régimen llamaba torturador a Manzanas, pero "siempre he pensado que se valía más de esa fama que de la propia tortura". Los autores y cómplices de los asesinatos habían sido detenidos pronto y sería juzgados en diciembre.
El PNV pasó inmediatamente a apoyar a la ETA. Difundió el bulo de que Manzanas había sido asesinado por asuntos de faldas, y acusó al régimen de "genocidio sañudo y sistemático" practicado "ininterrumpidamente" desde la Guerra Civil, mientras justificaba los asesinatos como respuesta a un "masivo terror de Estado", aunque señalaba como prueba del mismo los "ciento cincuenta presos y cincuenta confinados" durante el pasado estado de excepción, lo que presta su verdadero calibre al genocidio y al terror alegados (otras cifras hablan de casi 2.000 detenciones, aunque fueran puestos enseguida en libertad la gran mayoría de los detenidos). Por otra parte, si los atentados eran causados por la represión, no se explicaba cómo esa respuesta surgía en una época en que la represión era menor, y no en cambio en épocas anteriores harto más duras.
Pero no fue el PNV, demasiado débil en el interior, el mayor aliado que encontró el terrorismo, sino el mucho más influyente clero conocido como progresista, el cual apoyó enseguida a la ETA. Entre los encausados figuraban dos clérigos, y el 21 de noviembre, poco antes del juicio, los obispos de Bilbao y San Sebastián, Cirarda y Argaya, con respaldo de gran parte de la jerarquía eclesiástica del resto del país, habían difundido masivamente una pastoral en la que condenaban por igual "las violencias estructurales, las subversivas y la represivas". Ello daba respaldo moral a los terroristas, pues por una parte igualaba sus violencias con la represión legal, y por otra las justificaba como una reacción a la "violencia estructural" (todos los regímenes se basan en la violencia "estructural"). Ese artificio retórico iban a emplearlo sin tregua, también durante la democracia, aquel clero, los nacionalistas y otros. El episcopado publicó notas contra eventuales penas de muerte y pidiendo un tribunal ordinario y no militar. El abad de Montserrat, Cassiá Just, auspició un encierro de 300 intelectuales y artistas en su monasterio, y expresó al influyente diario francés Le Monde su condena de cualquier compromiso de la Iglesia con el régimen, al que acusaba de "reprimir al pueblo por el único delito de oponerse a Franco". Así, los acusados del Juicio de Burgos constituían los auténticos representantes del pueblo y no los perseguían por los asesinatos mencionados, sino solo por resistir a Franco.
A su vez, la oposición antifranquista en pleno defendió a los etarras con un activismo y unanimidad que nunca se habían dado ni volverían a darse para ninguna otra causa, volcándose en difundir proclamas, pintar consignas en las paredes, firmar manifiestos y protestas, promover paros y manifestaciones en fábricas y universidades...Se daba así el hecho revelador, como señalé en otro lugar, de que "por primera vez desde la guerra toda la oposición antifranquista, en el interior y en el exilio, lograba unirse en un frente común de hecho, y con una actividad y audacia nunca vistas desde el maquis". Todo ello en solidaridad con un grupo "jactanciosamente totalitario, antiespañol y terrorista". Lo hacían en nombre de la democracia.
Aún contó la ETA con ayudas exteriores del más alto nivel. Gobiernos de la CEE como el francés o el italiano, o el Vaticano, presionaron sobre el español. Intelectuales como Jean-Paul Sartre, que defendía los regímenes comunistas, extendía su protección a la ETA, al igual que Picasso, Alberti, Casals y muchos otros. En numerosas ciudades europeas los sindicatos y partidos de izquierda organizaban manifestaciones y protestas. Rara vez un grupo terrorista había tenido tan enorme respaldo, y precisamente por sus asesinatos. Fue entonces cuando la ETA se convirtió en una potencia considerable, mucho más debido al ambiente creado por otros que por sí misma.
El juicio comenzó el 3 de diciembre. Dos días antes la ETA secuestró al cónsul alemán en San Sebastián, Eugen Beihl, y amenazó quitarle la vida si había penas capitales. El día 5 el gobierno declaró en Guipúzcoa un estado de excepción por tres meses, tratando de dar con el secuestrado, que en realidad había sido trasladado al cómodo "santuario" francés. Durante el juicio, los acusados se declararon marxistas-leninistas, y se lanzaron contra los jueces. Hubo seis condenas a muerte.
El resultado de la agitación dentro de España fue poco brillante. Hubo pequeñas manifestaciones en diversos lugares, sobre todo en localidades de Guipúzcoa, y paros aislados, prueba de la escasa fuerza real de la oposición. Pero el gobierno se vio en postura difícil, pues cumplir las sentencias le crearía mártires y represalias diversas de varios países europeos, y no hacerlo se interpretaría como claudicación ante las violencias y las presiones externas. El 30 de diciembre Franco reunió a los ministros para tratar el asunto. Leyó una carta de la viuda de Melitón Manzanas y parecía inclinado a ejecutar las penas capitales. Según el testimonio de Fernández de la Mora, allí presente, solo un ministro civil defendió esa vía, los militares permanecieron silenciosos y los demás ministros abogaron por la conmutación. Franco aceptó la opinión de la mayoría, como solía hacer. En Madrid y capitales de provincia se convocaron manifestaciones de apoyo al régimen, y una de las más nutridas fue la de Bilbao. Así quedó superada una crisis complicada, sin que la situación general del país variase .
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**** El PSE, a los mediadores profesionales: "El nivel de requisitos es más alto". O sea, que siguen en ello. Mayor Oreja tiene plena razón, como era de esperar, y los delincuentes del PSOE y el PPOE continúan su colaboración con banda armada.
**** Uriarte, agradecidísimo con Rajoy: "Tiene una calidad humana difícil de ver y percibir". Muy difícil, en efecto. La de ambos.
**** Las azafatas de Air Comet se desnudan para denunciar su situación. Qué chicas tan sacrificadas. Hombre...es como lo de las que se prostituyen "por la crisis". Lo hacen porque les va la marcha, vamos, el puterío, tan estimulado por políticos y demás.
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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