segunda-feira, 29 de março de 2010

Guerra Civil y náusea

Trece años estuvo Felipe González en Moncloa. Ganaba el PSOE las elecciones con mayoría absoluta. La hegemonía de las izquierdas era total. La chaqueta provocadora del diputado Alberti y el luto de La Pasionaria llegaron a las revistas del corazón. ¿Por qué, en ese clima favorable no se levantaron las fosas comunes y se dio la debida sepultura a los enterrados de mala manera durante la guerra y la postguerra? ¿Por qué durante estos años los jueces y fiscales de Justicia Democrática olvidaron este deber de gentes civilizadas? ¿Por qué los alcaldes de izquierdas que vienen ganando las elecciones municipales en sus respectivos pueblos desde las primeras elecciones democráticas no plantearon estas cuestiones durante todos esos años?

La respuesta es tan obvia que produce náuseas. Todos sabemos que las direcciones de los partidos de izquierda prefirieron hacer la transición de un régimen al otro con las soluciones de la «reconciliación nacional» que habían propuesto a las fuerzas políticas que sociológicamente venían del franquismo. Fue considerado suficiente el cumplimiento de las exigencias de «amnistía y estatutos de autonomía» que se pusieron como condición. UGT reclamó su patrimonio y se lo llevó. A González no se le ocurría hablar de «dictadura» porque le quitaba votos. Prefería referirse al «régimen anterior». Hasta que recientemente Zapatero descubre el filón de la guerra y Garzón su investigación personal. La recuperación de la mayoría para el uno y la recta final hacia el Nobel para el otro. Una versión perversa de la «memoria colectiva» que habíamos exigido en su momento quienes estuvimos en la batalla por la democracia, incluida la cárcel. ¿A estas alturas los sindicatos vienen con la comparación de Nurenberg?

Se me pregunta con frecuencia por qué dejé la izquierda. Algunas de las razones tienen que ver con la náusea por tanto oportunismo.

César Alonso de los Ríos

www.abc.es

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