En España, la ideología de género ha pasado del poder a la sociedad, no al revés. En ese sentido, y muchos otros, resulta excepcional: el PSOE, con la complicidad del PP y de casi todos los grandes medios de comunicación, ha creado una demanda ideológica que no existía. |
El feminismo, al igual que el ecologismo o el nacionalismo, necesita de la alarma y la confrontación social para florecer, y la España actual es un terreno propicio para este tipo de conflicto. Aun así, las encuestas del CIS nunca colocan la mal llamada violencia de género entre las principales preocupaciones de los españoles. Sea como fuere, ésta ha propiciado el desarrollo de una nueva política, un lenguaje manipulado y hasta una industria propia.
Las mujeres que no amaban a los hombres, de Diego de los Santos, examina la génesis de la ideología de género y las consecuencias de sus manifestaciones en los entornos familiar, social y político.
El autor comienza identificando correctamente las características de lo que él llama feminismo radical al socaire de unas declaraciones de Zapatero al New York Times. Por un lado está la conservación de los privilegios clásicos de la mujer, que debe siempre recibir la custodia de los hijos en un proceso de separación (así sucede en el 95% de los casos) y a la vez ser mantenida por su ex marido. A esos privilegios hay que sumar otros, de orden laboral, económico: vía subvenciones, y jurídico: por obra y gracia de la Ley de Violencia de Género. Así, esta ley sólo observa delito cuando la víctima es mujer y el victimario, hombre, no cuando sucede a la inversa, a pesar de que, en noviembre de 2009, había 52 mujeres asesinadas por sus (ex) parejas... y más de 30 hombres. De los Santos calcula, basándose en informes del CGPJ, que, de todas las denuncias de malos tratos presentadas el año pasado, sólo el 0,4% respondían a delitos de lesiones. El juez Francisco Serrano clama que el 86% de las denuncias son abusivas, aun teniendo en cuenta que se considera maltrato hasta el contenido de un SMS.
Los ejemplos de discriminación –en una nueva manipulación lingüística, se denomina "positiva"– son numerosos, pero tienen su manifestación más preocupante en el hecho de que la Ley de Violencia de Género se está utilizando como sustituto de la del divorcio. Cada vez son más los abogados que recomiendan a la mujer, ante un proceso de separación, que denuncie a su marido por malos tratos, lo que le dará la custodia de los hijos, amén de generosos beneficios económicos. A día de hoy, una de cada tres separaciones se tramita por la vía penal. Y mientras que una condena por maltrato impide a un hombre disfrutar de la custodia de sus hijos, no puede decirse lo mismo cuando el condenado es una mujer. De este estado de cosas se están aprovechando vecinos enemistados o novias despechadas, por citar dos ejemplos reales que aparecen en estas páginas.
Cualquier denuncia sin pruebas puede acabar con un hombre en prisión preventiva: he aquí la principal causa de la masificación de las cárceles españolas. Sin embargo, la fiscalía no persigue las denuncias falsas en los casos de malos tratos.
La liberada feminista no pretende la igualdad, sino ser tutelada por el estado, al que controla con la promesa del rédito electoral. Para conseguirlo, los políticos llegan a extremos pintorescos, como cuando Griñán mostró su entusiasmo por que le llamaran "presidenta". El Partido Popular, como decíamos, sigue el juego de la izquierda por miedo a perder un electorado, el femenino, que ya le da la espalda. La representante de la Federación de Mujeres Progresistas defendía sus métodos y el botín que, en forma de subvenciones, cosechan alegando que tienen que ser las organizaciones de hombres quienes impidan su discriminación por razón de sexo. La guerra de sexos está servida. Pero aquí también juegan los hombres con desventaja. La única asociación masculina que recibe subvenciones del gobierno español (18 millones de euros en lo que va de año desde el feministerio de Igualdad), la Ahige, es de corte feminista.
Entre tanto, asistimos al progresivo desprestigio de España, que se coloca desde 2008 a la cola de la Unión Europea en libertad de prensa, según Reporteros Sin Fronteras. El informe de esta organización, que cita expresamente las leyes españolas como fuente del problema, ahonda en un conflicto que ha conseguido anular cualquier debate en torno a las bases de la ideología de género y sus manifestaciones legales, lo cual convierte en tanto más valioso el libro de Diego de los Santos.
Las mujeres que no amaban a los hombres es un alegato contra la injusticia y el pensamiento único promovidos desde el poder, un desalentador documento que invita al lector a la rebelión ciudadana contra una realidad política que revela clientelismo y corrupción, y que frente a la evidencia (las muertes violentas en pareja han aumentado cada año desde la promulgación de la ley) opta por imponer una serie de paradigmas incuestionables. Veremos si quienes, como De los Santos, se atreven a disputar el dogma feministoide son capaces de combatir con datos el falso sentido del agravio del que se nutren movimientos revolucionarios como el feminista, y de arrastrar consigo una porción significativa de la opinión pública y, en última instancia, del electorado.
DIEGO DE LOS SANTOS: LAS MUJERES QUE NO AMABAN A LOS HOMBRES. Almuzara (Córdoba), 2010, 240 páginas.
Alejandro García Ingrisano
http://libros.libertaddigital.com
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