El concepto de caverna fue popularizado hace tiempo por la izquierda española para referirse a la derecha más anticuada y extremista, sin la menor conciencia ni reconocimiento, por supuesto, de la existencia de una izquierda troglodita que campa a sus anchas en nuestro país. Hasta la jalean. Como ha ocurrido con ese Encuentro de Mujeres de Valencia avalado con entusiasmo por la izquierda que se dice moderna. Lo que ocurre invariablemente cuando los trogloditas son las trogloditas.
A estas últimas se les tiene mucho miedo porque cualquiera de sus despropósitos tiene un sello oficial de modernidad. Incluida una cumbre política con veto a los hombres en la que no se sabe qué encaja mejor en los usos trogloditas, si el sexismo de tal veto o si la reproducción de las antiguas tradiciones de encuentros exclusivos de mujeres para el té o para la cocina. Un «tea party», pero a lo feminista y a lo español.
Una vez más, nadie se ha atrevido a cuestionar el veto a los hombres aunque no haya principio democrático alguno que lo sostenga. Como no lo habría en una reunión por la igualdad racial para excluir a una raza. O para excluir a una religión en una reunión por la igualdad religiosa.
Sobre todo, cuando se trata de una reunión pública, liderada por instituciones del Estado, las mismas que persiguen a todo tipo de organizaciones o de eventos privados que veten a los mujeres. O a los negros, o a los musulmanes. Bajo la acusación de sexismo, de racismo, o de intolerancia religiosa.
En medio de este despropósito, el veto a Camps es más bien una anécdota, cuyo mayor interés reside, nuevamente, en que haya encontrado tantos justificadores. Con eso de que es un hombre y, como tal, no entra. Puesto que sólo se hace una excepción, para el gran hombre, el padrino, el protector, el salvador que necesita todo «tea party» femenino de este tipo, Zapatero.
Edurne Uriarte
www.abc.es
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