A pesar de Zapatero, de toda la izquierda europea y de parte de la norteamericana, de nuevo ha habido elecciones en Irak. Ha sido posible porque el denostado Bush se empeñó en llevar la democracia a un país musulmán, al de peor suerte, a aquel que sufrió, entre los muchos tiranos que padecen los mahometanos, al más sanguinario de todos, Saddam Hussein.
El resultado de las urnas es endemoniado. Allí se vota más al partido de la propia etnia, que al que resulte ideológicamente próximo. Los kurdos votan en masa a la Alianza del Kurdistán. Suníes y chiitas tienden también a elegir partidos afines a sus sectas, aunque no con tanta unanimidad. Los chiitas han repartido sus preferencias entre el moderado Estado de la Ley, del actual presidente Al Maliki, y la Alianza Nacional Iraquí, una coalición inequívocamente chiita integrada por partidos más o menos próximos a Irán. Los suníes, en cambio, han concentrado su voto en el laico Iraquiya, partido de integración que, por haber sabido levantar la bandera nacional sin distinción de etnias ni credos, ha vencido gracias a la "deserción" de algunos votos chiitas. Se trata de aquellos electores que, aun siendo de fe chií, temen la cada vez mayor influencia del muy chiita Irán. Mucho más ahora que los "marines" está a punto de marcharse.
El ganador, Iyaq Alaui, líder de Iraqiya, partido vencedor, debería de ser quien formara Gobierno. Sin embargo, sólo tiene un aliado posible para hacerlo, el moderado Al Maliki, que ha quedado a dos escaños del anterior. Esta alianza es la que prefieren los Estados Unidos porque, contando con la colaboración a regañadientes de los kurdos, repartiría equitativamente los ingresos por petróleo entre las tres etnias y podría avanzar en la construcción de un Estado federal o cuasi federal. Si Maliki hubiera ganado y Alaui hubiera quedado a pocos escaños de él, la alianza sería mucho más factible porque ese resultado le permitiría a Maliki conservar la presidencia. Con los resultados obtenidos, Alaui insistirá en ser primer ministro y Maliki tendría que resignarse a ser segundón en ese Gobierno. Si quiere seguir al frente del Gobierno, Maliki tiene la posibilidad de gobernar en coalición con la Alianza Nacional Iraquí, chiitas furibundos en su mayoría proiraníes, y la Alianza Kurda, más dispuesta a colaborar sólo con los chiíes en contra de los suníes, ya que éstos les disputan Kirkuk y el petróleo que hay debajo, que a integrarse en una alianza donde estén representadas las tres etnias.
Si Maliki cae en la tentación de pactar con los proiraníes, éstos le exigirían un mayor compromiso en la defensa de los intereses chiíes. Los suníes se verían entonces tentados de volver a la violencia y a los atentados terroristas indiscriminados, pero esta vez su objetivo no sería expulsar a los norteamericanos sino obligarles a quedarse para que impidan la penetración iraní y que kurdos y chiíes se pongan de acuerdo en dejarles sin petróleo. Por lo tanto, el que Irak tenga un futuro más o menos pacífico depende muy mucho de la clase de alianza que gobierne el país a partir de las elecciones recién celebradas. Y la alianza que se forme dependerá a su vez de que en Al Maliki prevalezca el interés personal o el nacional. Si Irak logra prosperar política y económicamente gracias a la democracia, será un ejemplo para el resto de países musulmanes. Si fracasa, será muy difícil que otros se animen a emprender ese mismo camino. Veremos.
Emilio Campmany
http://www.libertaddigital.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário