terça-feira, 30 de março de 2010

Los políticos y la supuesta crisis ambiental

El mes pasado, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas admitió por primera vez que confronta una crisis de credibilidad, la cual va más allá de la serie de errores detectados en sus informes.

El problema es de larga data. Frente a lo que piensa el grueso de la opinión pública, el IPCC no es una organización científica, sino que sus expertos son nombrados por los distintos gobiernos para que recopilen datos sobre el impacto de la actividad del ser humano en el cambio del clima del planeta.

Entonces, no sorprende que el IPCC, con sus objetivos políticos, haya perdido tanto la objetividad como la credibilidad. Entre tanto, los gobiernos han fomentado políticas verdes a lo largo de medio siglo para justificar su control sobre la sociedad y la expansión del sector público.

A cada rato oímos hablar de nuevas amenazas al medio ambiente, provenientes –supuestamente– de fuentes científicas. La primera gran campaña de este tipo fue la que tuvo por objetivo el DDT, allá por los años 60; y en los 70 le tomó el relevo la de la bomba poblacional. Luego, en los 80, vino la campaña para proteger los bosques y los animales; en los 90, el agujero de ozono, y en el nuevo siglo, la letanía sobre el cambio climático.

Todas esas amenazas han resultado falsas y dañinas. Un trágico ejemplo: millones de personas murieron de malaria cuando se dejó de fumigar con DDT, que de nuevo empieza a utilizarse para combatir a los mosquitos en África. Es sólo Las predicciones de una explosión poblacional que agotaría los recursos naturales moverían a risa si no hubieran hecho tanto daño. Los bosques están creciendo de manera sorprendente en muchas regiones del mundo, a medida que aumenta la productividad agrícola y baja la demanda de tierra de labor. El colapso de la Unión Soviética, primero, y, después, la creciente decadencia de los países con gobiernos metomentodo ha dificultado la cruzada verde; a los políticos se les hace cada día más difícil justificar su intervencionismo porque ya no cuentan con el consenso científico. En cuanto a los científicos, ahora tienen acceso a mejores fuentes de financiación e ingresos.

La Cumbre de Copenhague fracasó porque coincidió con la desaceleración económica mundial y exitosos países en desarrollo, como Brasil, China, la India y Sudáfrica, no estaban dispuestos a aceptar imposiciones de terceros que frenarían su crecimiento.

La actual crisis del movimiento ecologista se debe principalmente a los cambios políticos que están teniendo lugar en muchos países, en que los líderes se ven obligados a tomarse en serio sus obligaciones y responsabilidades, y a que los científicos están recuperando los valores tradicionales de objetividad y rigor intelectual para, así, lograr que la gente vuelva a confiar en ellos.


© AIPE

BARUN S. MITRA, director del Liberty Institute (India).

http://revista.libertaddigital.com

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