Descartada la libertad por sus componentes antisocialistas y convertida la fraternidad en un estúpido multiculturalismo, la igualdad es el principal valor de la terna revolucionaria que tanto fascinó al progresismo político. |
El socialismo nos quiere iguales, pero sólo puede hacerlo depauperándonos a modo. El bienestar y el progreso requieren amplios espacios de libertad... y grandes dosis de desigualdad, sin la cual el desarrollo de una sociedad no es posible. Pero Zapatero nos quiere a todos iguales, y en eso está, con la ayuda inestimable (porque no se puede estimar) de la especialista en flamenco que dirige el ministerio dedicado a tan noble empeño.
Y sin embargo no hay dos personas iguales, tampoco en España. Las hay inteligentes y pajines, como las hay honestas y rubalcábidas. Hay quien tiene suerte en la vida y quien nace al comienzo de la segunda legislatura de Zapatero, con todo lo que eso conlleva. Como éstos, se podrían citar mil ejemplos más. Hablamos de circunstancias ajenas a la voluntad de cada uno, y, por más ingeniería social que se ponga en marcha, difícilmente se va a cambiar el destino de todos y cada uno de los individuos que conforman una sociedad, a menos que se recurran a los terroríficos métodos que tanto se pusieron en práctica en los paraísos socialistas. Y ni aun así.
Pero Zapatero sigue erre que erre... ¡entre el aplauso general! Porque los españoles hemos llegado a tal nivel de estulticia, que la palabra igualdad provoca inmediatamente sublimes erecciones cerebrales que hacen inviable el pensamiento lógico.
No hay nada más aburrido que la igualdad; ni más caro, porque sólo en los presupuestos generales del estado de este año hay destinados en torno a mil cien millones de euros a la cosa. Por supuesto, la cantidad no está recogida en una partida denominada así, "Igualdad", pero Bibiana Aído, que es de natural sincera y metódica, ha hecho sus cuentas y llegado a la conclusión de que los españoles vamos a destinar en este ejercicio más de ciento setenta mil millones de pesetas a que Zapatero y ella misma nos hagan un poco más iguales de lo que lo éramos en el ejercicio anterior.
La igualdad es un objetivo transversal en toda la acción de gobierno de Zapatero, de tal forma que todos los ministerios la tienen entre sus prioridades, y todos sacan de su presupuesto particular la mordida correspondiente. Nadie sabe exactamente cómo se puede conseguir un objetivo tan difícilmente mensurable como la igualdad a base de gastar pasta, pero gracias a la actividad directa del ministerio del ramo ya vamos teniendo alguna pista. El mapa del clítoris, sin ir más lejos, es una de las estrategias más valiosas que se han puesto en marcha, aunque su efecto igualitario sea más que dudoso, teniendo en cuenta que la mitad de la población carece de ese órgano al que Bibiana dedica sus mayores desvelos presupuestarios. Ahora bien, los miles de congresos, seminarios, cursos y diplomaturas organizados con dinero de los contribuyentes para "avanzar en igualdad" sí alcanzan ese matiz sutil que distingue la chorrada de lo fructífero, porque también las feministas de profesión tienen derecho a trincar pasta en igualdad de condiciones que sus camaradas cineastas, en su mayor parte varones.
No es previsible que en un futuro próximo Zapatero anuncie que los españoles hemos alcanzado el nivel exigido de igualdad y que suprima por inservible el ministerio dedicado a tan noble propósito. Al contrario, lo previsible es que tengamos que destinar una parte cada vez más sustancial de nuestros ahorros a ser todos iguales, porque en ingeniería social es prácticamente imposible saber cuándo se ha conseguido un objetivo, por más estadísticas que se utilicen.
Cuando ya no quede más dinero que gastar y todos seamos igual de miserables, Zapatero hará a Bibiana vicepresidenta y probablemente se cambie de sexo para dar ejemplo. En ese momento, las tropas progresistas zapateriles alcanzarán sus últimos objetivos igualitarios y la guerra de sexos habrá terminado.
Pablo Molina
http://findesemana.libertaddigital.com
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