París tiene los Campos Elíseos. Nueva York, la Quinta Avenida. Londres, Oxford Street... Y Madrid, la Gran Vía. Todo comenzó en los años veinte. La centenaria avenida comenzó a ganarse el prestigio por su monumentalidad. Torreones, marquesinas y grupos escultóricos han convertido sus casi 1.500 metros de longitud en un museo de arquitectura y esculturas al aire libre. No hay salas de espectáculos, banco o sociedad de seguros que no esté coronada por diferentes ornamentos en su fachada o cornisas. Por este motivo, la Gran Vía se ha convertido en un conjunto arquitectónico de enorme valor.
Sus palacetes son un inventario de estilos que predominaron durante la primera mitad del siglo pasado: art-decó, modernismo, historicismo y racionalismo. Nada más enfrentarse a la avenida, uno ya puede adivinar lo que espera en sus adentros. Allí le recibe el Edificio Metrópolis. No se encuentra propiamente en la Gran Vía, pero está considerado la antesala de esta mítica avenida. El inmueble fue proyectado por los arquitectos franceses Jules y Raymond Fevrier en 1910. Llama la atención por su cúpula de pizarra, que actualmente corona una victoria alada dispuesta a alzarse en vuelo, obra de Federico Coullant.
Esta escultura sustituyó en 1975 a un ave fénix que, hasta entonces, era el emblema de la compañía que se alojaba en el inmueble. Da la casualidad que durante esa época la Gran Vía acogió hasta tres alegorías del pájaro que renace de sus cenizas. Además del Metrópolis, también contaban -y cuentan- con una escultura similar el edificio de La Unión y el Fénix Español (Gran Vía, 68) y los antiguos Grandes Almacenes Madrid-París (Gran Vía, 32).
«Segundo Imperio»
El Metrópolis es un majestuoso inmueble, estilo «Segundo Imperio», del que destaca su magnífica rotonda con columnas corintias y entablamentos con once grupos escultóricos de famosos artistas, entre ellos Benlliure. Entre ellas se encuentran alegorías, en piedra blanca, al comercio, la industria, la minería y la agricultura.
Sólo unos metros más hacia dentro le toma un digno relevo el Edificio Grassy. Es el número 1 de la Gran Vía. El inmueble que retrató Antonio López en su famosísimo cuadro. Destaca por encima de todo su esquina. En ella se proyectaron las viviendas dúplex y está resuelta con una gran rotonda rematada con dos templetes superpuestos.
Su arquitecto (Eladio Laredo Carranza) empleó en la composición de las fachadas un amplio repertorio que combina elementos evocadores del mundo medieval y renacentista, y se recrea en los pormenores decorativos, entre los que destacan los paneles cerámicos de Daniel Zuloaga.
Otros palacetes de esta avenida son reconocidos también por sus remates en la azotea. Como por ejemplo el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial (Gran Vía, 24). Es el edificio más grande de la Gran Vía, a excepción del Edificio España. Los hermanos Sainz de los Terreros proyectaron una fachada neorrenacentista de la que sobresale un torre coronada por una galería de arcos y una crestería en el piso superior. La rotonda se resuelve con una cúpula muy apuntada que prolonga visualmente la esquina.
Otro edificio con remate significativo es el del Cine Callao (Plaza del Callao, 2), cuyo torreón en la esquina hacía las funciones de faro luminoso anunciador de los próximos estrenos de cine.
Pero sin embargo el referente más conocido, fotografiado y proyectado de esta avenida es la esquina del edificio Capitol (Gran Vía, 41). Se proyectó de esta forma para que fuera soporte de anuncios luminosos, como el de Schweppes o Camel. En él se ubicaron los primeros estudios en alquiler de Madrid.
Alegoría del ahorro
Además de al cine, la Gran Vía también rinde su particular homenaje a la mitología. El edificio que acoge las antiguas viviendas del Banco Hispano (Gran Vía, 60) cuenta en su remate con un coloso, obra del escultor Victorio Macho. Se trata de una figura que representa el ahorro e imprime más fuerza a las vigorosas líneas del pequeño rascacielos, cuya línea estética mantiene una influencia claramente mussoliana.
Tampoco hay que perder de vista el misterioso animal que preside la fachada del Edificio Allianz (Gran Vía, 39). Se trata de la escultura de un león alado de San Marcos, colocada sobre la puerta, que sostiene un libro cuya inscripción reza: «Pax tibi Marce, evangelista meus» («La paz esté contigo, Marco, evangelista mío»).
Este recorrido escultórico por esta arteria centenaria no puede llegar a su fin sin citar antes la galería arquitrabada del Palacio de la Música (Gran Vía, 35) y su conjunto de dieciséis columnas de estilo jónico. O los miradores metálicos instalados en grandes arcos semicirculares del Edificio Matesanz (Gran Vía, 27). Este inmueble alterna los órdenes clásicos con nuevos materiales; todo ello rematado por unos curiosos torreones.
La arquitectura regionalista también está presente en el edificio de La Estrella (Gran Vía, 7), donde destacan los azulejos de Talavera en la fachada, la rejería artística y los aleros de madera. Todo esto aglutina esta avenida. Una calle convertida en un crisol de tendencias. Casi un kilómetro y medio para pasear con la mirada perdida en el cielo.
Miguel Oliver - Madrid
www.abc.es
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