Mucha mayor incidencia que la oposición no comunista iba a tener otro grupo desde 1968: ese año, el del “mayo francés”, de la intervención soviética en Checoslovaquia, de la ofensiva comunista del Tet en Vietnam, de la matanza de cientos de estudiantes perpetrada por el gobierno del PRI en la plaza mejicana de Tlatelolco, etc. saltó en España a primer plano la ETA, con su primer asesinato deliberado. La ETA (Euskadi ta Askatasuna, Euskadi y libertad) era un pequeño grupo entre separatista y marxista, compuesto por una mezcla de católicos izquierdistas y de leninistas, que adoptaban como modelos al socialistoide FLN argelino en su lucha contra Francia, y al castrismo cubano. Justificaban la lucha armada afirmando que el pueblo vasco sufría un genocidio, al cual, misteriosamente, los propios vascos asistían “con alegría incomprensible”, según los teorizadores etarras. Por ello se consideraban “víctimas de un horrible pecado colectivo de su propio pueblo”.
Durante largo tiempo, los etarras se habían sugestionado con la lucha armada, pero tardaron diez años en llevar a cabo su primera muerte deliberada, de un modo algo fortuito, aunque su orientación solo podía empujarles a intentarlo antes o después: en un control rutinario, un guardia civil quiso ver la documentación y la matrícula del coche que conducían dos estudiantes del grupo, y uno de estos, que iba algo drogado, aprovechó que el guardia se había agachado para observar la matrícula, y lo asesinó por la espalda. Un hecho así en la tranquilidad del país por entonces recordaba los tiempos del maquis e hizo el efecto de una piedra cayendo en un estanque. El asesino fue poco después muerto por la Guardia Civil, y la ETA respondió a su vez matando a un comisario de policía. La táctica de la organización terrorista se resumía en el esquema “acción-represión- acción”: la acción debía desatar una represión incontrolada que suscitase la protesta de un número creciente de personas, para volver luego a golpear con una apariencia de desquite por dicha represión. De este modo esperaban salir de su aislamiento y conseguir buen ambiente popular. De hecho provocaron la declaración de estado de excepción en Guipúzcoa, y en 1969 los golpes policiales casi desarticularon su organización y originaron una escisión en ella.
Probablemente la táctica de acción-represión-acción habría fracasado si no fuera porque estos primeros asesinatos valieron a la ETA las más vastas simpatías y apoyos, propagandísticos o materiales. La mayor parte de la oposición antifranquista prestó a los etarras un halo de heroísmo, bastante clérigos vascos les ofrecían locales de refugio y justificaban los atentados en homilías. Fuera, el Partido Nacionalista Vasco, muy poco activo en el interior, clamó contra el terror de Estado, al que achacaba las acciones de “réplica” de la ETA, cuando había sido exactamente al revés. Mucho más decisivo fue el apoyo del gobierno francés, que permitió a los terroristas organizar junto a la frontera un “santuario”, adonde podían escapar fácilmente para reorganizarse, y desde donde planeaban y realizaban atentados en España. Dentro y fuera del país, muchos presentaban a los terroristas como patriotas y demócratas, despertando una oleada de simpatías hacia ellos. Quizá nunca un par de asesinatos habían proporcionado a sus autores tal prestigio internacional y entre la oposición antifranquista. Fue realmente un “salto cualitativo” para la ETA, que marcaba un antes y un después.
La prensa autodenominada progresista en España pasó a apoyar con escaso disimulo a los etarras. Juan Tomás de Salas, creador de la revista Cambio 16 lo explicará años después: “La gente que estaba en este tipo de prensa, que además era la prensa que tenía más credibilidad, mayores lectores (…) de alguna manera nos habíamos sentido muchos años solidarios de ETA”. Esa prensa manipulaba la información presentando a los terroristas como “jóvenes vascos”, las víctimas no eran asesinadas, sino que “morían”, en “enfrentamientos”, aunque por lo común fueran tiroteadas por la espalda, etc. Esa propaganda y la de los antifranquistas influiría muchos años después de la transición, y, en menor grado, hasta hoy mismo.
Estas reacciones se entienden teniendo en cuenta que la oposición pintaba al franquismo con colores tan sumamente oscuros que justificarían cualquier acción contra él, incluyendo, desde luego, el terrorismo. Claro que después de la experiencia del maquis, los comunistas no se sentían con ánimo de reincidir, y el resto de la oposición estaba aún mucho menos dispuesta a soportar los previsibles sacrificios de una acción armada, pero se sentía encantada de que otros la intentasen. En su imaginación, veían a los etarras como jóvenes idealistas políticamente ingenuos, que se encargarían del trabajo sucio y que, cuando el régimen desapareciese de un modo u otro, volverían tranquilamente a sus casas, dejando las pistolas para que los políticos supuestamente expertos se beneficiasen de su tarea. Se trataba de una clara intención manipuladora, pero los hechos demostrarían que sería la ETA quien manipulase y se sirviese de aquellos antifranquistas, hasta que fue demasiado tarde.
Estas actitudes pro terroristas entraban en una ya larga tradición, desde principios del siglo XX, cuando el pistolerismo ácrata encontró la complacencia y la admiración de diversos partidos, intelectuales y periodistas de izquierda, incluso de derecha, que obstaculizaban de mil modos su represión. Durante la dictadura de Primo de Rivera, políticos muy derechistas llegaron a buscar, y en alguna medida hallar, el apoyo de los anarquistas contra el dictador, y lo mismo hicieron los republicanos de izquierda y derecha reunidos en 1930 en el Pacto de San Sebastián, cuando se les ocurrió imponer la república mediante un golpe militar.
Por estas razones, España fue el país de Europa en que más influencia política ha tenido el terrorismo durante el siglo XX, más incluso que en Rusia en el XIX. Lo llamativo del fenómeno a finales de los años 60 era que mientras el régimen de Franco se liberalizaba, la oposición se radicalizaba más y más hacia la violencia o la simpatía hacia esta. Políticamente, casi toda la oposición se distinguía también por la simpatía hacia la URSS, hacia Fidel Castro y Che Guevara, etc., y el despego o poco interés por la “democracia burguesa”.
De todas formas, la ETA parecía por entonces más molesta que peligrosa: su máxima gravedad la alcanzaría ya en la democracia.
Una medida de la amplitud de la oposición perseguida, esto es, no tolerada, del franquismo, pueden darla las condenas del TOP (Tribunal de Orden Público), creado en 1963, según aumentaba la actividad comunista y la conflictividad social. El TOP duraría hasta 1977, y en esos trece años produjo unas 9.000 condenas, de acuerdo con el estudio del magistrado comunista Juanjo del Águila, que afectaron a 11.261 procesados, con un total de 10.146 años de prisión. Esto supone menos de un año de cárcel por persona, y como las penas inferiores a un año no se cumplían en prisión, significa que la inmensa mayoría no pisaron, o apenas, la cárcel, aunque una pequeña minoría sí sufriera condenas prolongadas, que por lo común tampoco se cumplían íntegras (incluso en los años 40 la mayoría de las condenas a prisión perpetua no duraban más de seis años). Todo ello indica una represión muy alejada de la habitualmente sugerida en estudios truculentos, incluido el aquí citado.
El aspecto cualitativo no importa menos. El autor del estudio lo titula El TOP. La represión de la libertad, dando a entender que los encausados eran demócratas. Pero en boca de un comunista, la palabra “libertad” tiene un significado peculiar, y, desde luego, no había demócratas en las prisiones del franquismo. La casi totalidad de los detenidos fueron comunistas de unas u otras organizaciones, mayormente del PCE, y ya al final ingresaron otros afines a la ETA u otros grupos terroristas menores.
De todas formas, el relativo auge del comunismo y el terrorismo en España durante esos años no se comprenderá sin el giro político del Concilio Vaticano II, al menos tal como lo interpretaron diversas corrientes de la Iglesia. Como quedó dicho, si esta fue convirtiéndose de pilar en ariete con respecto al régimen de Franco, parte de ella extendió en cambio una verdadera red de protección sobre los grupos opositores, incluidos comunistas y terroristas. Sin esa protección, hay pocas dudas de que tales grupos habrían encontrado dificultades mucho mayores, y se habrían desarrollado bastante menos
Un estudio más amplio en P. Moa, Una historia chocante. Los nacionalismos vasco y catalán en la España contemporánea. Madrid, 2004, pp. 491-507. La mentalidad y primeros asesinatos etarras han sido muy bien analizados por J. Juaristi en El bucle melancólico y Sacra Némesis. La bibliografía sobre la ETA es extensa y detallada, aunque los análisis corrientes suelen ser superficiales.
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****“16 víctimas frente a 300 proetarras”. Y por supuesto, sin el menor amparo de los partidos políticos, que han resultado ser, también, sordamente proetarras. Volvemos a las primeras concentraciones anti ETA en las Vascongadas, cuando grupos mínimos tenían que hacer frente a las nutridas hordas de los amigos de los asesinos. Pero esto es justamente lo que hay que hacer. Aquellos grupos mínimos crecieron mucho y cambiaron bastante el panorama.
****Cospedal anuncia que defenderá la presunción de inocencia de Garzón. Qué mal huele: tiene toda la pinta de ser una oferta de cambalache por lo de Gürtel. El PP y Garzón comparten muchas cosas. Por ejemplo, que “la economía lo es todo”.
****Sostengo que el mayor problema que tiene planteado España en la actualidad es un bipartidismo con los dos partidos corruptos, que están descomponiendo el sistema democrático. No surge, sin embargo, una alternativa. El mal menor, para impedir el compinchamiento de ambos partidos, podría ser el reforzamiento de otros partidos no separatistas: a falta de una salida fiable, al menos frenarían el proceso y evitarían el protagonismo excesivo de los separatismos. Por mi parte, he recomendado el voto a AES para las personas de derecha y a UPyD o Ciudadanos para las de izquierdas. Un problema con el primer partido es que no ayuda nada: con la que cae, y no se le ve por ninguna parte, si se exceptúan pequeñas acciones contra el aborto.
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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