Acabamos de recibir la noticia de un atentado suicida en el metro de Moscú. Los que tenemos vivencias de atentados terroristas de este u otro tipo, lógicamente vivimos estos crímenes de una forma muy especial. Vaya ante todo mi apoyo, mi cercanía y mi deseo de que los irreparables daños producidos en las víctimas tengan unas consecuencias lo mas leves posibles en las mismas. Nuestro deseo de que la verdad y la justicia puedan abrirse paso, y que la polvareda que todo tipo de informaciones, derivadas de actos de esta naturaleza, contribuya a clarificar los hechos que realmente tuvieron lugar.
El día veinticuatro de marzo se cumplió el 30 aniversario del asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor Romero. Los asesinos, cuya identidad se desconoce al día de hoy, le dispararon en el curso de una celebración religiosa. En mi opinión, ninguna razón podía asistir a sus sicarios para arrebatar la vida a un hombre entregado plenamente a la causa de los más pobres. Ignoro si el pueblo salvadoreño ha podido reestablecer su convivencia y encontrar la paz después de soportar este magnicidio. Es posible que monseñor Romero, ya desde una atalaya privilegiada, haya perdonado a sus asesinos; no obstante, desde una visión meramente humana, creo que los mandatarios salvadoreños siguen en deuda con su pueblo. Mientras no identifiquen, detengan y juzguen a los que perpetraron el salvaje asesinato, no se saldará la deuda que los agresores contrajeron con un pueblo que tenía puesta su esperanza en la acción pastoral de su prelado.
En el año 1995 hubo un intento de asesinato del entonces jefe de la Oposición en el Parlamento español y candidato a la presidencia del Gobierno. Afortunadamente, el Sr. Aznar salió ileso del atentado. Considero que si los asesinos hubieran logrado su objetivo, ello habría cambiado el curso de la vida política española desde la fecha del atentado hasta el año 2004. No quisiera equivocarme al afirmar que, tampoco en este caso, se ha identificado a los culpables del mismo.
Los casos citados anteriormente sólo representan algunos ejemplos de atentados terroristas con los que se pretenden cambiar planteamientos políticos y sociales que están en claro desacuerdo con las malas ideas de los asesinos.
Hace menos de un mes se cumplió el sexto aniversario de un crimen que me atrevo a calificar de "lesa humanidad", el atentado del 11-M. Ningún otro atentado cometido en nuestro país, y me atrevería a decir que en Europa, produjo consecuencias tan negativas sobre la población civil. Parecía diseñado para ello. Para conmocionar a España y al mundo. Y sin duda alcanzó su objetivo. A los que concibieron el atentado y a los que lo ejecutaron no les importó el sufrimiento de una población inerme y sencilla que sólo viajaba en los trenes para cumplir con sus deberes e ilusiones cotidianas, al margen de cualquier consideración partidista o religiosa.
Un atentado de esta envergadura se ha traducido en un cambio drástico de la vida social y política de nuestro país:
- Desató un ataque furibundo de una de las fuerzas políticas contendientes contra la que gobernaba el día de la masacre. Lo lógico hubiera sido justo lo contrario, el unificar esfuerzos contra los terroristas, cualesquiera que fueran los actores.
- Produjo un vuelco electoral, contra todo pronóstico, en los comicios del 14 de marzo.
- Fragmentó el arco parlamentario en dos bloques, socialistas y nacionalistas frente a un PP aislado por lo que calificaron de cordón sanitario y por los Pactos del Tinell.
- Las víctimas del terrorismo fueron divididas y por tanto desactivadas frente a toda la manipulación de la investigación policial, así como de la política y de la judicial que siguió hasta el año 2007, fecha en que el Tribunal Supremo ratificó la sentencia del juicio que se celebró en la Casa de Campo.
- A partir de entonces se impuso un manto de silencio sobre el atentado, pese a no haber aclarado ni las responsabilidades políticas ni penales del mismo, y a pesar de que de lo único que ha quedado constancia es que la versión oficial de lo sucedido no responde a las razonables preguntas que cualquier ciudadano podría formular: quién, por qué, para qué, cómo, con qué....
- Además de los efectos negativos citados anteriormente, no podemos pasar por alto las repercusiones que el 11-M tuvo en toda la vida nacional: Estatutos de Autonomía a medida, separatismos exacerbados, sectarismo gubernamental autoritario, fin de la separación de poderes, negociaciones con los terroristas, fragmentación de la sociedad, resurrección de los fantasmas de la guerra civil, etc., etc., etc. Para colmo de los males, la saneada economía recibida de los gobiernos anteriores al 11-M ha sido mal gestionada, habiéndonos conducido, no al "corazón de Europa", sino a la cola de la misma; eso sí, somos campeones en paro.
Admito la posibilidad de equivocarme en el análisis realizado, pero con mucho gusto reconoceré mi error si algún experto o una mente preclara me convence de ello.
Unos días antes de que mi hijo fuera asesinado en la calle Téllez estuvimos viendo en el Museo de Prado las pinturas negras de Goya. Me impresionó, como siempre, el cuadro que representa el mito de Saturno devorando a su hijo. ¿No estaremos haciendo realidad el mito de Saturno?
Gabriel Moris
http://www.libertaddigital.com
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