El censo de simples pata negra, esto es, la plantilla de varones pasmados que no se adornan con ningún atributo complementario como, por ejemplo, algún magisterio en el muy servil arte de adular a los jefes, suele ser escaso en los eslabones directivos de las empresas. Razón última de que, más allá del efecto demoledor de las leyes de Mendel sobre algunas firmas familiares, el porcentaje de estultos de capirote casi nunca llegue a alcanzar el umbral crítico en la sociedad civil. Muy al contrario, pues, de lo que acontece con tontas y tontitas en el Consejo de Ministros, administraciones afluentes y constelaciones paralelas.
Es universalmente sabido, la exclusiva discriminación pecuniaria que pesa sobre las mujeres en España reside en ese papanatismo de género que privilegia a las féminas en todos los escaparates más o menos institucionales del país. He ahí la única y positiva disparidad por razón de sexo susceptible de contraste empírico entre nosotros. Bien, pues tan irrefutable evidencia fáctica no impide a la gobernanta Aído insistir con terquedad bovina en su falacia de género favorita. A saber, ésa que postula la existencia un arcano apartheid salarial entre hombre y mujeres. Así, propala al implícito modo la señora ministra que diecinueve años de mayorías socialistas alternas habrían empujado a las trabajadoras al siglo XIX de cabeza.
Regresión presunta que tampoco dejaría en muy buen lugar al empresariado patrio y su coeficiente intelectual digamos corporativo. Y es que, sufriendo menores sueldos ellas merced, entre otros, a la vil connivencia activa de UGT y Comisiones con los explotadores, no se acaba de entender por qué esos patronos no contratan única y exclusivamente a mujeres. ¿O acaso acontecerá por ventura que resultan ser tan en extremo generosos que no osan aprovecharse de injusticias flagrantes como ésa denunciada por Aído y alentada por las demás autoridades?
En fin, tal como es fama, la primera de las cuatro leyes fundamentales de la necedad humana enunciadas por el célebre erudito Carlo Maria Cipolla, lacónica, reza: "Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima la cifra de necios que circulan libremente por este planeta". Nadie descarte, entonces, una inminente campaña multimedia de Aído con tal afear ante el mundo la asimetría retributiva de católicos romanos y animistas congoleños. Al tiempo.
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