Inmersos en una crisis económica galopante; adoleciendo de unos niveles de calidad en la investigación en nuestras universidades que las sitúa en el furgón de cola del tren de I+D +i de nuestro entorno de la UE; con una ETA diezmada pero que persiste en su labor dentro y fuera de España –asesina a un policía francés mientras se beneficia del deleznable manto protector de Hugo Chávez–; con un grupo terrorista como ‘Al Qaida del Magreb Islámico’ que hace su particular ejercicio de memoria histórica contra nosotros a través de su canal de comunicación ‘Al Andalus’, que nos chantajea con rehenes españoles; con los piratas somalíes volviendo al ataque con ahínco contra nuestros atuneros, la realidad es lo suficientemente sombría como para que algunos se dediquen a buscar enemigos adicionales donde no los hay.
El problema es que algunos mal llamados "docentes" que, para mayor desgracia, se ocupan de preparar a nuestros hijos para ser personas de provecho en el caótico mundo que les ha tocado vivir, y que bien podrían tratar de cualquiera de las amenazas reales arriba indicadas, les enseñan a odiar al judío y al israelí, huyendo así del supuesto espíritu conciliador e integrador de la Educación para la Ciudadanía o de la Alianza de Civilizaciones e insultando de paso a la inteligencia. Centenares de postales enviadas desde colegios de toda España a la embajada de Israel en Madrid han venido demostrando el carácter pacifista selectivo de parte de nuestra sociedad. Pero una veintena larga de postales más elaboradas –con el agravante general de que aquellas y éstas están todas ellas escritas por niños– ha sido la gota que ha colmado el vaso y que ha provocado la reacción del propio Ministerio de Asuntos Exteriores israelí. Cuando en lugar de estudiar y de fomentar la verdadera formación humana e intelectual algunos "docentes" y algunos centros permiten que se adoctrine primero y se induzca a escribir después a niños mensajes ofensivos que en ocasiones parecieran inspirados por peligrosísimos libelos como Los Protocolos de los Sabios de Sión, ello indica que algo funciona mal en nuestra sociedad.
Es importante que tal aberración no quede impune y que los responsables sean sancionados, pues tales prácticas de lavado de cerebro de los más jóvenes predisponiéndoles contra los judíos/sionistas/israelíes nos hacen recordar las escuelas de los regímenes nacionalistas árabes de otrora o las escuelas controladas por Hamás o por islamistas de cualquier otro pelaje de hoy, pero en ningún caso nos harían pensar en colegios europeos y occidentales del siglo XXI.
Es legítimo y saludable que en los colegios se trate de los grandes temas de nuestro tiempo, pero ello huyendo de tergiversaciones y de manipulaciones feroces como la aquí tratada que no hacen sino demonizar a una comunidad, la judía, al completo. ¿Por qué no referirse tan en positivo a Sefarad como a buen seguro se hace, en los colegios y por doquier, con respecto a Al Andalus, al hermanamiento de músicos y poetas árabes y españoles o a los aromas de la Alhambra? No olvidemos que la idealización simplona de Al Andalus dentro y fuera de España alimenta hoy la fijación de los terroristas por nosotros como usurpadores de su supuesto paraíso. Tampoco olvidemos, y siempre en términos de irresponsabilidades, que si demonizar a los judíos y/o a los israelíes forma parte para algunos de su labor como profesores, como maestros, está claro que han violado todos los límites éticos de su venerable profesión. En momentos curiosos como los actuales, en los que algunos destacados miembros del tradicionalmente despistado, o malintencionado, gremio de nuestros artistas, se han dado cuenta de que la idílica Cuba castrista no es lo que muchos de ellos pensaban, quizás tendrían que asumir también que actitud tan execrable como es alimentar el antisemitismo entre nuestros pequeños bien merecería una pancarta.
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