Son múltiples las razones éticas, políticas y estratégicas por las que no está justificado el pago a terroristas. A riesgo de dejar muchas de lado, al menos podrían citarse diez, que sintetizo a continuación. |
1. Es inmoral
Este es el argumento más importante de todos, y por sí sólo justifica la posición aquí defendida.
Colaborar, de la forma que sea, con quien ataca, asalta, secuestra y asesina es inmoral. Nada ni nadie obliga a los miembros de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) a cortar el cuello a inocentes atados de pies y manos, a volar un mercado repleto de mujeres o a secuestrar a extranjeros. No caben dudas acerca de sus intenciones inhumanas, porque nunca han escondido su interés en aterrorizar a la gente. Como los piratas somalíes, los islamistas secuestran, violan, degüellan o ametrallan haciendo uso de su libertad.
Por tanto, la responsabilidad moral de lo que hagan es exclusivamente de ellos: ni España ni su gobierno tienen responsabilidad moral alguna por lo que haga un yihadista en el desierto. España sólo es responsable de lo que haga ella. No nos confundamos: España no libera a nadie; cuando paga, lo único que hace es entregar dinero a un criminal. España no rescata a secuestrados: satisface los deseos de unos asesinos, lo cual es bien distinto. Responde a un acto moralmente repugnante: un secuestro, poniéndose bajo la voluntad de una organización intrínsecamente inmoral: AQMI.
Las actividades terroristas son inmorales en sí mismas. Quien las ejecuta lo hace consciente y voluntariamente. Son el Mal con mayúsculas. Ceder ante el terrorista es colaborar con el Mal. Ante un acto intrínsecamente malo no hay término medio: o se está con él o se está contra él. Quien contemporiza con los terroristas contemporiza con el Mal; quien negocia con ellos legitima el Mal; quien llega a un acuerdo con ellos se hace materialmente partícipe de esa monstruosa inmoralidad que es el terrorismo islámico.
El pago de rescates a terroristas implica el uso indebido de fondos reservados, el descrédito de las Fuerzas Armadas y los servicios de inteligencia, la pérdida de prestigio de nuestro país y la extensión de la cultura de la capitulación.
2. Implica un uso indebido de los fondos reservados
Tanto en Somalia como en Mauritania, el Gobierno ha hecho un uso indebido de los fondos reservados. Éstos tienen como finalidad sufragar los gastos que se estimen necesarios para la defensa y la seguridad del Estado, lo cual deja un amplio margen de maniobra; pero en ningún caso están pensados para efectuar pagos a personas o grupos que, de hecho, conspiran y atentan contra la seguridad y los intereses de los españoles.
Dicho en otros términos: los fondos reservados estarían para sufragar operaciones encubiertas contra los piratas o los terroristas de AQMI, no para hacerles millonarios.
Por mucha flexibilidad que se admita en el uso de este dinero, lo que está claro es que es ilegítimo usarlos para engrosar las arcas de los enemigos de España.
3. Conlleva el descrédito de las Fuerzas Armadas y los servicios de inteligencia
La política de cesión continua que el Gobierno está siguiendo tiene como consecuencia el descrédito continuo de ambas instituciones, que deben estar por encima de las cuestiones políticas coyunturales. Por lo que hace a las FFAA, si no se utilizan para defender a los españoles, si cuando lo hacen es en condiciones precarias, si se limitan a cruzarse de brazos mientras los intereses nacionales son atacados, cabe preguntarse para qué sirven. La operación fallida de rescate del Alakrana supuso un duro golpe a su prestigio.
Algo parecido podría decirse de los servicios de inteligencia: si lo único que hacen es establecer contacto con nuestros extorsionadores, negociar con ellos nuestra rendición y hacerles llegar nuestro el dinero, entonces de poco o de nada nos sirven. Si no estamos seguros de que se usan para defendernos y para defender la seguridad nacional, ¿para qué los queremos?
4. Supone un duro golpe a nuestro prestigio
Los secuestradores van constatando que hay países peligrosos y países inofensivos; España es uno de éstos. Y si España pierde prestigio ante los países y grupos de la zona, ¿qué seriedad puede transmitir España a los países que resisten al chantaje aun teniendo menos medios?
Una rendición en África supone una merma mundial de prestigio: todos los enemigos de Occidente toman nota, desde Venezuela a Marruecos pasando por Hezbolá; también lo hacen nuestros propios aliados, que cada vez miran con mayor aprehensión y desprecio a la diplomacia española.
5. Refuerza la cultura de la capitulación
Más vale no engañarse: la continua sumisión ante nuestros atacantes crea una suerte de envilecimiento nacional: la humillación, la postración y el sometimiento pasan a considerarse valores aceptables. De cesión en cesión, España está cogiendo el vicioso hábito de capitular ante grupos y personas que se caracterizan, además, por su debilidad y por su salvajismo. La sociedad española empieza a considerar como normal lo que es anormal: entregarse a cualquiera que te ataque o amenace, sea un andrajoso pirata somalí o un salvaje terrorista islámico.
6. Se contribuye al mantenimiento de AQMI
Lo mismo que los piratas somalíes, AQMI se financia por medio de los secuestros. Con el dinero que reciben, los terroristas compran armamento para seguir asesinando y secuestrando y financian sus redes de propaganda.
7. Genera desconfianza entre los países zona
Nuestras relaciones con los países en que opera AQMI son tensas, debido a asuntos de orden religioso, ideológico, político, institucional, estratégico, económico... Frenar el yihadismo en la zona es uno de los pocos objetivos comunes de todos ellos. Por eso, cuando se les presiona para que suelten presos islamistas no se hace sino tensar aún más la cuerda.
Un terrorista excarcelado en Mauritania puede poner un coche bomba en Argelia. Ocurre allí y ocurre aquí: pensemos en ETA y Francia. Las cesiones hacen que la colaboración se rompa. Es fácil concluir que esto favorece a Al Qaeda.
8. Se da impulso a la penetración de Al Qaeda en el centro de África
En los últimos años, el islamismo ha pasado de centrar sus actividades en Oriente Medio y el norte africano a extenderse por otras zonas del mundo. En África, el yihadismo cada vez opera más al sur, entrando en conflicto con y aniquilando las culturas y religiones del lugar. Los tribunales islámicos y varios grupos alqaedistas dominan amplias zonas de Somalia, y están amenazando muy seriamente a las vecinas Kenia y Etiopía. El yihadismo libra una batalla brutal en Sudán, y cada vez tiene más presencia en el Chad. AQMI, que parece asentada en el triángulo que forman las fronteras de Mauritania, Argelia y Mali, comienza a penetrar peligrosamente en Níger y Nigeria. Algunos informes hablan incluso de su presencia en Senegal.
9. Se refuerza el islamismo y se aísla a las fuerzas moderadas
Si en el mundo islámico se vive una guerra civil provocada por el islamismo y el yihadismo, no cabe duda: el contacto, la negociación y el acuerdo con los terroristas refuerza a éstos y debilita a aquellos que defienden una coexistencia pacífica o una colaboración con Occidente. Si en países pobres o en vías de desarrollo los euros van a parar a los que secuestran o asesinan, entonces la mejor forma de ganarse la vida es unirse a ellos.
La ventaja de dedicarse al crimen y la extorsión queda clara: el ejemplo y el contagio social, también. En países con un porcentaje altísimo de población joven, empobrecida y desempleada, las milicias yihadistas se presentan –con el dinero español– como el mejor medio de vida.
10. Se anima a atacar a otras democracias occidentales
Como la piratería, los secuestros en el Sahel buscan la rentabilidad. La continua cesión española invita al chantaje. España es una democracia occidental, y como tal es percibida por los terroristas y secuestradores: y éstos aprenden que, convenientemente presionada con los medios propagandísticos adecuados, una democracia acaba cediendo.
Cuando España cede, es Occidente el que está transmitiendo debilidad. La idea es sencilla: España aguanta poco, y aunque otros países puedan aguantar más, el camino está marcado. De hecho, en este punto la responsabilidad no es sólo española, y otros países han cedido en otras ocasiones.
Hasta aquí la sucinta exposición de diez razones para no pagar a terroristas, en la que se habla más de lo que no hay que hacer que de lo que hay que hacer. Respecto a esto último, daría para otro artículo; pero, y por volver al punto primero, la respuesta es moral: al terrorista hay que combatirle por todos los medios.
ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, secretario del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES).
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