La semana pasada se produjo un acontecimiento que, aunque casi inadvertido, retrata a las fuerzas políticas que operan en España. La Comisión de Educación del Congreso de los Diputados rechazó una proposición no de ley que instaba al Gobierno a que «impulse la incorporación a los textos escolares, dentro del sistema educativo autonómico, la información sobre la hambruna en Ucrania de los años 1930 a 1932».
Dicha hambruna fue fruto de las medidas de socialización forzosa llevada a cabo por Stalin y costó entre 3,5 y 7 millones de muertos. Ya la Unesco redactó una resolución que llamaba a los países miembros a «promover la memoria de la Gran Hambruna, incorporando en los programas educativos y de investigación las informaciones sobre esta tragedia», adhiriéndose a ella Estados Unidos, Canadá, Australia o Polonia. Semejante posibilidad no existirá en España porque en contra de ella votó el PSOE apoyado por ERC, IU, ICV y el BNG.
Naturalmente, la pregunta que se impone es qué ha podido motivar que los partidos entusiasmados con la «memoria histórica» no quieran que los escolares españoles sepan lo que hizo Stalin. Permítaseme dar algunos datos. Entre 1929 y 1953, el período de gobierno de Stalin, veintitrés millones y medio de ciudadanos soviéticos fueron encarcelados en el Gulag.
De ellos, un tercio fue fusilado debiendo añadirse a esas muertes las causadas por los malos tratos, el hambre y las enfermedades. Todo esto se producía mientras Stalin deportada en masa a grupos étnicos como los alemanes del Volga o los tártaros o pactaba con Hitler el reparto de Polonia y la invasión tranquila de las repúblicas del Báltico o Finlandia. En términos numéricos, de extensión cronológica e incluso de aniquilación cultural, el infierno concentracionario de Stalin resultó aún peor que el de Hitler.
En paralelo a tan horrendas acciones, Stalin procedía a la creación de las famosas Brigadas internacionales que nunca fueron «combatientes por la libertad» sino un ejército de la Komintern en España; aprovechaba el envío de las Brigadas internacionales a España para quedarse con las reservas de oro del Banco de España, un acto de expolio en el que fue ayudado de manera decisiva por el socialista Negrín o destinaba a España a decenas de agentes que no sólo contribuyeron decisivamente a la realización de operaciones de genocidio como las matanzas de Paracuellos sino que también realizaron ensayos de nuevas formas de tortura en las checas del Frente popular asesinando incluso a rivales izquierdistas del PCE.
Desde luego, el conocimiento de los crímenes de Stalin podría dar un golpe de muerte a esa versión falaz de la guerra civil española difundida por ZP y sus paniaguados y desactivar su instrumentalización en clave electoral. No resulta extraño, por tanto, que el PSOE, los comunistas y los nacionalistas catalanes se opongan a que la gente sepa la verdad. Existe además una razón añadida y es que el conocimiento de la realidad de Stalin dejaría de manifiesto que ni la izquierda ni los nacionalistas se han arrepentido todavía de uno de sus peores pecados, el de haber sido agentes serviles del mayor asesino que conoce la Historia antes del estallido de la Segunda guerra mundial.
Cuando se reflexiona en este episodio, resulta obligado preguntarse si la tan cacareada Memoria histórica no es otra cosa que la ignorancia y la mentira al servicio de los que fueron ayer aliados de un genocida como Stalin y nunca se han arrepentido de sus actos.
César Vidal
www.larazon.es
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