El Gobierno debería resignarse a abandonar cualquier pretensión de intentar cambiar la posición común de la UE sobre Cuba. Los argumentos que desaconsejan esa aproximación a la dictadura castrista que patrocina el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, no son nuevos, a pesar de que el Gobierno se niega obstinadamente a tenerlos en cuenta. Sin embargo, sólo con lo que ha pasado desde el inicio de la presidencia española, entre ellos la muerte de Orlando Zapata, ha quedado demostrado sin ningún género de dudas que la dictadura no tiene intención de llevar a cabo reformas democráticas. Si el castrismo estuviera interesado en ese diálogo político que le quiere ofrecer el Gobierno socialista, le estaría ayudando aunque fuera con gestos cosméticos. Muy al contrario, mantiene y refuerza la represión.
La resolución de consenso que aprobará hoy el Parlamento Europeo pidiendo la liberación de todos los presos políticos y condenando abiertamente la dictadura está precisamente en la línea de la posición común adoptada en 1996 por gran parte de los diputados del grupo socialista, incluyendo un sector de los españoles, que tampoco están de acuerdo con la necesidad de llevar a cabo esa política de aproximación incondicional a la dictadura. Y en el Consejo Europeo no faltan los países que quieren que se cumpla lo acordado en 2009 cuando se dijo que cualquier cambio en las relaciones con Cuba debe depender de los avances en el respeto de los Derechos Humanos. Las propuestas que hizo ayer en el Congreso de los Diputados el líder de la oposición, Mariano Rajoy, son más que pertinentes. No es Europa quien se niega a dialogar con Cuba y la posición común no ha impedido ningún contacto con la dictadura, incluyendo al propio Moratinos, que ha viajado varias veces a La Habana y, por cierto, jamás se ha dignado a reunirse con los que reclaman pacíficamente respeto a los derechos humanos. Sin embargo, si la UE accediese a la pretensión de la dictadura y anulase la posición común como ayer sostuvo la eurodiputada socialista María Muñiz en contra del criterio de su colega Luis Yáñez, se enviaría un mensaje muy peligroso para aquellos países que en estos momentos vacilan al borde del abismo totalitario, porque se podría entender que le es indiferente relacionarse con democracias o con dictaduras en Iberoamérica y que si Europa se puede entender con los hermanos Castro, también aceptará apoyar a otros sátrapas.
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