Los árabes viven como una humillación colectiva la ocupación israelí de los territorios palestinos y la condena de su población a vivir como parias sin Estado, como gatos arrinconados contra la pared.Una injusticia cotidianamente ignorada por la comunidad internacional.
El mundo árabe tendría muy fácil la vindicación de una solución a tal injusticia con una sola condición. Civilidad. Bastaría que esas reclamaciones fuesen presentadas por unos regímenes democráticos y respetuosos del Estado de derecho para que se impusiera el rigor de su denuncia.
Si los árabes no estuvieran tan a menudo regidos por regímenes corruptos, oligárquicos, feudales, policiales, brutales, desdeñosos de su población y de su opinión pública, y siempre reverenciales con la autoridad del patriarcal macho del Estado. Si la oposición interna se sintiera más comprometida con la democracia, la división de poderes, los derechos humanos y de las minorías más que con un fundamentalismo religioso que tiende a contemplar el resto del mundo como enemigo. Si su población execrara la violencia y se comprometiese en la lucha contra el terrorismo y el fanatismo de Al Qaida y compañía....
...Entonces, la comunidad internacional no tendría más excusas para mirar hacia otro lado e ignorar la cotidiana tragedia de Gaza y Cisjordania. Un Gandhi palestino podría encabezar un movimiento imparable para la concienciación de la opinión pública mundial por lo que es de justicia. Claro que visiones de este estilo no dejan de ser sólo eso: alucinaciones, fantasías, quimeras, cuentos de hadas... La causa palestina más bien sirve de banderín de enganche para terroristas y fanáticos de todo pelaje, o como coartada perfecta para que regímenes impresentables desvíen eventuales rebeldías lo más lejos posible de casa. El camino más infalible para que una causa justa siga siendo una causa perdida.
Alberto Sotillo
www.abc.es
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