La comparación entre la tiranía de los hermanos Castro, en Cuba, y la censura de unas fotografías, en una exposición de Valencia, es propia de alguien que prefiere lo agraz del instinto a la madurez de la inteligencia. Aunque la equiparación de lo incomparable es demagógica, revela más estulticia que sentido común, más impostura que una pizca de mesura para hacer creíble una mentira.
La afirmación de Zapatero sobre el efecto inmediato que tendrá la subida del IVA en 500.000 desempleados muestra un desconocimiento absoluto de la Constitución española, porque los impuestos, en España, no tienen un resultado "finalista"; si Zapatero confunde una tasa con un impuesto, revela que cualquiera sin especial preparación intelectual puede mandar sobre todo un país; pero, además, si Zapatero dice de modo consciente que sube a unos españoles un "impuesto" para dárselo a los desempleados, entonces estamos ante un demagogo, es decir, alguien que compara, como en el primer ejemplo, lo incomparable.
Casos como los anteriores hay por todas partes. Por eso, porque dominan la esfera pública, es menester denunciar su denominador común, a saber, una "conciencia pública" lúgubre y sin norte, o mejor dicho, un sentido de lo público degradado y sin anclajes morales. Parece que la "conciencia pública", en España, está degenerada. La degradación, a veces, es absoluta. Asistimos, dicho de modo nietzscheano, a la total inversión de los valores: los ideales superiores por los que se dirigen las sociedades más desarrolladas, precisamente por serlos, son degradados, y en su lugar triunfa lo inferior.
El mayor espectáculo de conciencia pública degenerada, sin duda alguna, lo están ofreciendo con perfecta coordinación el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de las Cortes, José Bono, exaltando la figura de Garzón no tanto por estar a su servicio como por ser un buen profesional de la justicia. Terrible. En efecto, Zapatero y Bono no sólo están presionando al poder judicial, es decir, al tribunal que tiene que juzgar a Garzón por una imputación de prevaricación por ser un juez al servicio del socialismo, sino también porque es un profesional reconocido del derecho. Falso.
Entre los grandes juristas de este país, pocos son los que han reconocido que este juez sea un buen instructor. Por el contrario, casi todos los que saben un poco de derecho no han dejado de señalar a este juez por su torpeza profesional. Sin embargo, Zapatero y Bono elevan su "inferioridad" a modelo profesional. He ahí una prueba más para reconocer la conciencia pública degenerada de nuestras dos primeras autoridades institucionales, después de Juan Carlos I, que han convertido a un mal profesional, independientemente de la evaluación moral que nos merezca el asunto en el modelo a imitar por el resto de profesionales de la carrera judicial.
Ya sólo queda saber: ¿Cuál es la unidad de medida de esa magnitud básica del sistema "político" español? ¿Qué elegir cómo "patrón" de medida de la conciencia pública degenerada de España? Tampoco faltan piezas donde investigar. Yo, por mi parte, dudo entre escoger una declaración de Zapatero o una de Willy Toledo, entre una imbecilidad de Bosé o una campanuda maldad de Bono. Seleccionen la que quieran, queridos lectores; pues que, al final, todas ellas son entre sí convertibles. Lo decisivo es la magnitud básica: la conciencia pública degenerada que invade el espacio público.
Agapito Maestre
http://www.libertaddigital.com
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