Un vino con 900 años de solera, procedente de una barrica que al parecer fue rellenada por primera vez por Santo Martino en el siglo XII, ha visto este jueves la luz en la Real Colegiata de San Isidoro de León para formar parte de un ritual que se celebra en la comida del día de Jueves Santo.
Es un vino añejo, como un coñac con gran solera, probablemente de los más antiguos del mundo, debido a la "madre que tiene", una barrica de roble de novecientos años y que se conserva en algún escondrijo de la Colegiata de San Isidoro, según ha explicado su abad, Francisco Rodríguez Llamazares.
Rodeada de un gran misterio, esta barrica está custodiada con tanto celo que, incluso, la puerta detrás de la que se esconde desde antaño está cerrada bajo dos llaves para evitar, como dice su abad, "depredadores nocturnos y diurnos".
Una llave la guarda el abad de turno y la otra el administrador; ambos, cada día de Jueves Santo, se reúnen con sigilo en algún punto de la Colegiata para extraer de la cuba este preciado vino. En ese momento, sacan de la cuba tres cuartos de litro de vino y vuelven a echar el doble de cantidad de la que han sacado de mosto, para afrontar la evaporación y la absorción de la madera.
Después, la barrica, que se conserva desde entonces en perfecto estado, vuelve a su lugar de origen, donde continúa con la misma temperatura, luz y posición exacta hasta el Jueves Santo siguiente. Tiene once cántaras de capacidad (176 litros) y sólo unas pocas personas han tenido ante sus ojos este recipiente, que ni siquiera es fotografiado, según el abad.
Los miembros del Cabildo Isidoriano son los únicos privilegiados que pueden degustar este vino añejo, aunque excepcionalmente a lo largo de la historia lo ha probado alguna autoridad, por ejemplo, fueron invitados a beber este vino en Jueves Santo de 2001 el entonces presidente de la Junta de Castilla y León, Juan José Lucas, y la que fuera presidenta del Senado y ahora de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; otros, como el Rey Alfonso XIII, renunciaron a beberlo, un día que no era Jueves Santo, para no romper la tradición.
Sobrevivió a Napoleón
Esta barrica altamente protegida ha sobrevivido a avatares de la historia, como la invasión Napoleónica, que dejó huella en la Real Colegiata, una de las principales joyas del románico. De allí los franceses se llevaron sarcófagos del Panteón Real, pero no pudieron con su barrica.
Se dice que la rellenó por primera vez Santo Martino, un canónigo de la Colegiata de San Isidoro, que vivió en el siglo XII y fue considerado por algunos el mejor escritor de España por entonces.
Este rito de la barrica de vino se celebra en Jueves Santo, aunque ha habido excepciones como en 1992, cuando los canónigos no tuvieron tiempo de reunirse para probarlo dada la actividad pastoral de aquel año.
Agencia EFE
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