Fue Al-Qurashi, el geoestratega principal de Al Qaida, el que definió la forma en que el terrorismo islámico ganará la guerra contra Occidente. En primer lugar, los terroristas actúan de manera dispersa lo que dificulta su derrota a manos de un Ejército convencional. En segundo, carecen de un poder democrático que fiscaliza sus acciones a diferencia de Occidente. Finalmente, los terroristas siempre cuentan con el apoyo de unos medios de comunicación occidentales que los presentan como luchadores por la libertad contra presuntas potencias imperialistas como Estados Unidos o Israel. Este último factor es decisivo –de «varias divisiones» lo calificó Al Qurashi– porque lleva a la opinión pública y a los gobiernos a terminar capitulando. El 23 de mayo, salió de Estambul una flotilla cuya finalidad era alcanzar Gaza, una zona a la que, según los organizadores, «el bloqueo israelí» ha llevado «a una situación de extrema pobreza». La flotilla fue despedida por miembros relevantes de los Hermanos musulmanes y de la organización terrorista Hamas. La realidad, sin embargo, es que en los últimos 18 meses ha entrado en la franja de Gaza un millón de toneladas de ayuda, es decir, cerca de una tonelada para cada uno de sus habitantes. De hecho, los suministros se adaptan a las necesidades propias de la población que surgen en determinadas festividades. Por ejemplo, durante el pasado ramadán 11.000 cabezas de ganado entraron en Gaza. Igualmente, y a pesar de las afirmaciones de la propaganda islámica que habla de apagones, lo cierto es que el 70% de la electricidad consumida en Gaza procede directamente de la red eléctrica israelí, mientras que sólo un 10% es generada por Egipto y algo menos del 20% se produce en la central de la propia Franja, cuyo combustible se introduce, por supuesto, a través de territorio israelí. En esta situación que en nada se parece a la de la propaganda islámica, la esperanza de vida de los habitantes de la franja de Gaza supera los 73 años, es decir, resulta superior a la de países de la UE como Estonia o Bulgaria. Igualmente, la tasa de mortalidad infantil es inferior a la de Jordania y Líbano. No era necesaria la flotilla, pero lo cierto es que nunca pretendieron sus organizadores otra cosa que provocar una reacción de Israel que volcara a los medios occidentales a favor del terrorismo islámico. Sabedores de que Israel no toleraría la entrada de armas ni terroristas en la Franja, el conflicto estaba servido y cuando se produjo, pocos medios quisieron ver la realidad de lo sucedido. Por el contrario, en editoriales, columnas y viñetas se lanzaron a condenar a Israel defendiendo de paso a Hamas, una organización que tortura y asesina a los palestinos, e indirectamente a Irán. Sabía Al Qurashi lo que se decía. Ciertos medios de comunicación occidentales con sus consignas antisemitas equivalen, sin llegar siquiera a saberlo, a «muchas divisiones» para el terrorismo islámico.
César Vidal
www.larazon.es
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