Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) ha vivido otra época, aquélla en la que hacer una carrera como músico llevaba muchos años y mucho esfuerzo, en la que viajar no se contaban en horas sino en días. De ella, recuerda que lo más difícil fue «empezar», mientras que ahora lo complicado es «continuar». «No me considero un superviviente, pero creo que hay poca gente de mi edad que haga la vida que estoy haciendo yo», afirma el pianista que, camino de cumplir los 78 años, distribuye su tiempo entre conciertos, aviones y las clases que imparte en la Universidad Metodista de Dallas, donde se levanta a las cinco de la mañana. Procura además practicar un poco de ejercicio, «montar en bicicleta y nadar, para seguir aguantando».
Que las carreras de antes no son como las de ahora, es algo evidente: «Hay que pensar en las cosas que han cambiado en 50 años: los aviones a reacción, las comunicaciones... Todo ello afecta...». También a los músicos. «Me parece pavoroso la velocidad con que puedes empezar a hacer una carrera gracias a ganar un concurso, y ver cómo dos años después se acaba porque otro ha ganado ese mismo concurso. Unos músicos se van superponiendo a otros».
Fenómeno Lang Lang
La trayectoria de los artistas es hoy meteórica, impulsada por un mercado en el que es preciso triunfar antes de los 30 años. Achúcarro, a su manera, intenta remediar esta tendencia a través de su fundación, creada en Dallas gracias a la mecenas Janet Kafka. «El objetivo es que los jóvenes pianistas —sin límite de edad—, que ya han terminado la carrera, se fogueen, se den a conocer a través de conciertos en diversos espacios. Me parece importante que no se trate de niños de doce o catorce años. A los 30 años es cuando uno empieza a pensar por sí mismo», sentencia.
En su opinión, fenómenos como el de Lang Lang, «son producto de los medios de comunicación, pero en su caso ha sabido mantenerse y es él mismo el que está involucrado en nuevas formas de promoción. Lang Lang ya ha tocado el terreno de Michael Jackson», afirma.
Mientras el pianista asiático llena estadios, Achúcarro recuerda lo díficil que era lograr hace décadas el interés del gran público. «Rachmaninov tardó mucho en llenar la sala Pleyel de París. Ahora esto se puede hacer de la noche a la mañana. Debe de ser muy difícil digerir un éxito prematuro y luego encontrarse con la realidad...», reflexiona el intérprete vasco que pone en duda la categorización de los números uno. «En los deportes sí funciona, pero en la música no. ¿Vamos a decir que Rembrandt es mejor que Velázquez, o que Beethoven es mejor que Mozart...? Es absurdo».
La manera de entender la música y cómo ve a las jóvenes generaciones de pianistas es uno de los temas que Achúcarro, que reconoce no llevarse demasiado bien con las nuevas tecnologías —«no estoy enganchado a internet, sólo estoy enganchado al piano»— aborda en el DVD con el que celebra los cincuenta años de su debut profesional que sitúa en 1959, tras ganar la Royal Liverpool Philharmonic Internacional Competition. Después de aquello, vino su primer concierto con la Filarmónica de Londres, una velada de la que no salió nada satisfecho, y que llegó a calificar de catastrófica. Sin embargo, la crítica alabó sus extraordinarias cualidades. Aquello significó el comienzo de su carrera y también supuso el pasaporte para embarcarse en otro compromiso igualmente importante, su boda con Emma —siempre cerca de él—, con la que el próximo mes de mayo cumplirá también sus bodas de oro de matrimonio.
Un sonido personal
El DVD, realizado por Opus Art con la colaboración de la Fundación BBVA, ha vuelto a reunir a los complices de aquella hazaña, la Filarmónica de Londres, bajo la batuta de Colin Davis, para interpretar el «Segundo concierto para piano», de Brahms. Incluye además un recital en el Museo del Prado —con música de Chopin, Scriabin y Albéniz— y un documental en el que el pianista vasco comparte los recuerdos más emotivos de sus inicios, como su primer encuentro con Rubinstein, «para mi padre era Dios», afirma; habla de cuáles eran sus ambiciones iniciales, «no quería ser un virtuoso, sino un músico. Necesitaba tener la técnica suficiente para abordar un Tercero de Rachmaninov, un Segundo de Bartok y un Do menor de Mozart...»; y desvela algunos de sus secretos como pianista, que han contribuido a crear un sonido muy especial. Punto que corroboran algunos los artistas que le han acompañado sobre el escenario durante estos cincuenta años, como Zubin Mehta, Plácido Domingo y Simon Rattle, que participan también en este documental junto a una de sus alumnas. Todos coinciden en ese sonido «personal» que Achúcarro ha logrado «sudando y trabajando. En Viena estudiada 48 horas a la semana —recuerda—. Sólo el domingo lo tenía libre para poder despejar un poco la cabeza».
Dar ejemplo
Después de cinco décadas entregado al piano, de haber tocado en sesenta países, y de haberse convertido en uno de los pocos pianistas españoles que han logrado consolidar una carrra internacional, junto a Iturbi, Orozco y Alicia de Larrocha —a quien llama «la reina»—, sigue amando cada tecla que toca. Curioso e inquieto por naturaleza, no cesa de investigar y de buscar nuevas formas de acercarse a las partituras, a cada nota, y todo ello lo traslada a sus alumnos. «Creo que no hay un día en el que no descubra algo nuevo, y eso inmediatamente lo comparto con ellos». Y lo hace con argumentos y sin imposiciones. «A cada uno de ellos les doy el consejo que les hace falta pero, sobre todo, les doy ejemplo poniéndome a estudiar a las 6 de la mañana», subraya.
En cuanto a qué le queda por hacer, afirma que «siempre quedan cosas... No toco todos los conciertos de Mozart, y me gustaría». El 17 de marzo podremos escucharle en el Auditorio Nacional de Madrid, dentro del ciclo Grandes Conciertos Cajamar, donde interpretará partituras de Chopin, Ravel y Albéniz. El 19, en Granada, tocará el «Tercer concierto» de Beethoven.
Susana Gaviña - Madrid
www.abc.es
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