domingo, 21 de março de 2010

Comida casera... en casa

Hace unos cuantos años, antes de que los burócratas de turno mandasen a casa a algunos de los mejores profesionales de la radio pública, mi admirado y querido Andrés Aberasturi comentaba en antena lo que le molestaba que le sacasen de su casa para llevarle a comer a un restaurante de ésos que presumen de elaborar "comida casera". Qué razón tenía...

Una constante en el ser humano es minusvalorar lo que tiene en su casa para apreciar lo que, fuera de ella, le cuesta una pasta gansa. Parece que hasta que no nos clavan un rejón de castigo no valoramos las cosas. Pero cada vez hay más gente que busca esos restaurantes de comida casera en detrimento de los restaurantes de alto nivel. Puede ser que, con la que está cayendo, a muchos políticos y ejecutivos les dé un poco de apuro que los vean en establecimientos de los considerados carísimos, de modo que ahora prefieren ir a esas casas de comidas mucho más discretas, y cuyo aspecto y circunstancias no resultan tan apabullantes en caso de que sean sorprendidos.

Naturalmente, ésa no es la justificación que dan cuando se les pregunta. Dicen, cómo no, que lo que pasa es que allí se come muy bien, comida –cómo no– "casera", y que los precios no son disuasorios. Entonces uno, que no acaba de aprender nunca, les hace caso y va a comer a uno de estos nuevos santuarios lleno de ilusiones... que cada vez, la verdad, son menores, a fuerza de experiencias de lo más frustrantes. Uno sale de muchos de estos sitios pensando qué comerán en su casa quienes son capaces de decir que en tal o cual sitio de esas características se come muy bien y, encima, barato.

Mi última experiencia puede servir como ejemplo, porque sitios así los hay a patadas. Clientela elegante, comedor de taberna. Ausencia de carta: le cantan a uno los platos; por supuesto, como se cantan los platos: sin precio. Servicio amable, pero escaso: una sola persona para veintitantos comensales es poco. Bueno, piensa uno, siempre esperanzado y creyente en la bondad humana: puede que se coma bien aquí.

Pues... no. No, si uno está acostumbrado a comer bien cada día en su casa. Si esto es así, al peor lugar al que le pueden llevar a uno es a un restaurante de comida casera. Los que ya han estado le dicen a usted que la ensaladilla es "buenísima". Usted, tras probarla, piensa que la de su casa es infinitamente mejor... y que, de todos modos, conoce unas cuantas más con las que ésta, tan alabada, no puede competir. Hombre, se puede comer, pero... Luego le dicen, qué sé yo, que el pisto es una obra de arte... y le ponen delante un pisto cuya textura se ha perdido en la trituración, cuyos ingredientes no son para tirar cohetes: a poco cuidado que ponga, usted los compra mejores en su proveedor habitual de frutas y verduras. A estas alturas usted está bastante decepcionado, porque, encima, el vino de la casa que le recomiendan es un vinillo que puede pasar, pero poco más. En estos casos recuerdo siempre a mi desaparecido amigo Manu Eléxpuru, que decía: "Los vinos caros, en casa; fuera de casa, el vino de la casa". Me temo que el bueno de Manu se cuidaría muy mucho de caer en esa tentación hoy.

Bien, se han tomado los cafés y, más o menos, se han compartido dos primeros y se han tomado cuatro segundos, amén del postre, el vino y los citados cafés. Llega la factura y sí, claro, no es la de un tres estrellas, pero es que sólo faltaba que lo fuera. Tampoco, qué quieren que les diga, es de menú del día: se mueve entre los 40 y los 50 euros per cápita. Vamos, como para ir a diario.

Hay restaurantes en los que uno paga el cuádruple y de los que sale feliz. No suele ser el caso en este nivel de establecimientos. Pero... ya se sabe que el boca a boca funciona muy bien, que la gente piensa que alguien que come con mucha frecuencia fuera de casa sabe muy bien lo que hace y que, hombre, algo tendrá el agua cuando la bendicen. Y pica. No pasa nada... siempre que se haga un estricto propósito de la enmienda y se solicite la afiliación inmediata al club de fans de Aberasturi. Mientras, eso sí, estos restaurantes o casas de comidas viven una edad de oro con la que no habían soñado ni en sus mejores momentos.

Una de las cosas que decía en aquel lejano programa Aberasturi era que cuando se va a comer fuera de casa se va a comer "cosas raras". Pues sí. No sé si raras, pero cosas que en casa no son habituales... o que en casa no salen como fuera. Yo lamento ir contra corriente, pero para comerme unos huevos fritos con patatas me quedo en mi casa. Y es que, dándole la vuelta a la frase de Manu Eléxpuru, les diría: "La comida casera... en casa".

Caius Apicus

© EFE

http://findesemana.libertaddigital.com

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