En 2007, a los 89 años, fallecía Arthur Kornberg, discípulo de Severo Ochoa con quien compartió el Nobel en 1959. Hasta sus últimos días mantuvo un laboratorio y un despacho en la Universidad de Stanford. Científico dotado de una especial brillantez intelectual pudo ver en vida cómo su hijo Roger alcanzaba también el Nobel. Son numerosos los ejemplos demostrativos de que la creatividad académica y científica se extiende hasta edades más allá de la convencionalmente establecida como de jubilación. El envejecimiento es un hecho biológico incontrovertible, como lo es la ampliación de la expectativa de vida con calidad y capacidad intelectual suficiente.
Son cambios que deberían llevar aparejados otros, como la revisión de pautas de organización social, establecidas con acierto en otras épocas, pero necesitadas de modificación a día de hoy. El aumento de la duración de la vida va acompañado de una reducción de la natalidad, con lo que el propio sistema de protección social se resiente.
En el mundo universitario el acierto está tanto en propiciar oportunidades para las nuevas generaciones, como en aprovechar la experiencia de quienes, voluntariamente y en condiciones adecuadas, estén dispuestos a ampliar su prestación. La disminución de la creatividad se compensa por la experiencia acumulada, para seguir aportando una tarea eficaz. En nuestra universidad pública hemos pasado por diversas oscilaciones, sin acertar en lo que sería necesario. En los ochenta, muchos de los profesores que habían alcanzado la condición de numerarios, en duras oposiciones y a edades no muy jóvenes, se vieron sorprendidos por el adelantamiento de su jubilación forzosa, medida que fue revocada en los noventa. Nuestra universidad necesita una gestión diferente. En especial para cambiar los procesos de selección del profesorado, así como el desarrollo de su carrera hasta la jubilación.
CÉSAR NOMBELA, Catedrático de la Universidad Complutense
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