domingo, 14 de março de 2010

Delibes pasa a la historia de la literatura universal

Aspecto que presenta el interior de la Catedral de Valladolid donde hoy se ha oficiado el funeral del escritor castellanoleonés Miguel Delibes.

Miguel Delibes descansa ya en el Panteón de Ilustres Vallisoletanos junto a Zorrilla y Rosa Chacel.

Llevan el féretro sus nietos. Alguno con lágrimas en los ojos. El más chico, parecería que se acurruca bajo el ataúd, con las manos apoyadas en él. Reciben el féretro, a las puertas de la catedral vallisoletana, veinte sacerdotes revestidos con casullas moradas e impecables albas blancas. Junto a la cruz procesional va el diácono con dalmática negra.

Canta el coro diocesano: «Si con Él vivimos, si con Él morimos, reinaremos con Él». En el presbiterio, a ambos lados del altar, las dos coronas de flores enviadas desde la Casa Real, la del Ayuntamiento y una cuarta, de la familia. Imposible colocar los cientos y cientos que han llegado de toda España.

Unas 3.000 personas, que se acomodan donde pueden, desbordan la seo. Fuera, una riada de gente. Decenas de miles de mujeres y hombres de toda edad y condición acaban de dar el último adiós al universal Miguel Delibes. Muchas de ellas le conocieron, convivieron con él. Algunas, hasta le abrazaron. Pero todas sabían de su lealtad a unas ideas, a unos principios. De su preocupación social y de su defensa de la naturaleza. En sus libros aprendieron tolerancia y respeto.

Acompañan a la familia la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega; la ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, y el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Junto a ellos, el alcalde de la ciudad, Francisco Javier León de la Riva, con la corporación en pleno y otras autoridades. Escoltan maceros de honor. Oficia la eucaristía, al no haber tomado todavía posesión el nuevo arzobispo, el administrador diocesano, Félix López Zarzuelo.

El sacerdote dirá en su homilía que la sociedad tiene una deuda impagable con Miguel Delibes, «no sólo por su valiosísima aportación como escritor, sino por su capacidad humana para abrir caminos en la defensa de la mujer, poner en alza la sabiduría del mundo rural, reivindicar el valor de la naturaleza en una tierra herida y apostar valientemente por la dimensión trascendente del hombre. Por defender la vida».

Inmensa dignidad

Ante la presencia de la muerte, que siempre duele, López Zarzuelo se muestra convencido de que aquellos brazos amorosos que recibieron a Miguel Delibes cuando llegó a la vida, que por larga que sea siempre es breve, le habrán acogido también en la hora de la muerte con manos de ternura.

En el primer banco se sienta la vicepresidenta Fernández de la Vega; escucha sin parpadear al sacerdote, que se refiere a la inmensa dignidad de Miguel Delibes y a su «reiterada condena del aborto». A la defensa de «cualquier brizna de vida humana» que siempre caracterizó al escritor fallecido. A su obra, en la que nunca ocultó «la dimensión trascendente del hombre y su relación con Dios».

El momento de la comunión parece interminable. Los sacerdotes no dan abasto para repartir la eucaristía a cientos y cientos de personas, en distintos puntos de las austeras naves catedralicias. Al concluir la Santa Misa, Miguel Delibes de Castro, uno de los hijos del escritor, agradece las muestras de cariño recibidas. Y reconoce lo mucho que le hubiera gustado a su padre, «que pasó sus últimos años con la vista puesta en la otra vida más que en ésta».

Sale el féretro, portado nuevamente por su nietos, de la herreriana catedral de Santa María, camino del cementerio.

Encaramados en los barrotes que bordean los sagrados muros, algunos jóvenes dan el último adiós a Miguel Delibes. Abrazada, la familia, recibe el pésame de las autoridades entre los aplausos espontáneos de los miles de personas que han seguido el funeral desde la calle.

Llega la hora de la incineración. Concluido este paso, las cenizas de Miguel Delibes se encuentran con los restos de su amada Ángeles, como él quiso siempre. Los restos de los dos descansan ya en compañía de los de José Zorrilla y Rosa Chacel, entre otros, en el Panteón de Ilustres de la ciudad de Valladolid.


«Polvo serán, mas polvo enamorado»

Le acompañan, entre otros escritores e hijos insignes como José Zorrilla, Rosa Chacel y el bailarín Vicente Escudero. Miguel Delibes reposa ya para siempre desde ayer en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del Cementerio de El Carmen de la ciudad. Y con él, como era su ferviente deseo, su esposa Ángeles. Las cenizas del escritor, y los restos de su mujer, han sido depositados, al atardecer, en este lugar tan especial, por sus descendientes, en un acto íntimo al que ha asistido también el alcalde de Valladolid. Ha sido todo breve, aunque muy intenso. Se han abrazado los hijos de don Miguel y doña Ángeles, ante la mirada entristecida de los nietos. No ha habido palabras; poco antes, en la catedral, adelantándose a lo que estaba sucediendo, López Zarzuelo había recordado los versos de Quevedo: «Serán cenizas, más tendrán sentido,/polvo serán, más polvo enamorado». Ha sido el último adiós de la familia. El definitivo.

Jesús Fonseca - Valladolid

www.larazon.es

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