terça-feira, 23 de março de 2010

ETA en el súper

Lejos de causar indignación o escándalo, el error cometido por la Policía francesa al identificar a cinco bomberos de Barcelona como los asesinos del gendarme Nèrin ha sido encajado con cierto alivio por la mayoría de la gente; eso sí, una vez superada la primera perplejidad ante tamaña metedura de pata. La simple posibilidad de que los terroristas puedan pasar desapercibidos como ciudadanos normales o que ofrezcan la apariencia común de tantos vecinos que a diario acuden al súper, produce una inquietud y un desasosiego infinitamente mayores que las habituales fichas policiales de «los más buscados». Por eso, no entendí el desprecio ni el tono de chanza que algunos comentaristas emplearon, antes de deshacerse el equívoco, con intención de ridiculizar a los etarras comparándolos con la «gente corriente» que va en pandilla a comprar cervezas, como si con ese comportamiento perdieran «prestigio profesional», cuando es justamente lo contrario: haciendo lo que hace todo el mundo, los asesinos se vuelven más peligrosos y letales. De un pistolero de ETA se espera que físicamente responda a esa estética cutre, marginal y feísta que le caracteriza. Nada es tan perturbador como un terrorista con traje y corbata o camuflado de honrado ciudadano que baja a comprar el pan. Ante la imagen de un tipejo como De Juan Chaos o como Anza, uno sabe a qué atenerse y qué gesto componer. Pero cuando la Policía presenta como terrorista a alguien que bien podría ser tu hermano o tu hijo, es inevitable sentir una punzada de angustia y desconcierto. Del mismo modo que a las mujeres que militan en Batasuna se las distingue a la legua gracias al «look Nekane», cuyo secreto está en sustituir el champú por el tocino, tranquiliza mucho percibir en cualquier etarra la mirada de inteligencia de «Txeroki». Aunque a veces las apariencias engañen y el hábito no haga al monje, conviene no confundir jamás al verdugo con la víctima ni al culpable con el inocente. Arnaldo Otegi debería conocer estas diferencias mejor que nadie, de ahí que su lacrimógena petición de salir de la cárcel escudándose en el sufrimiento psicológico de su hija sea, aparte de una treta bastante miserable, un travestismo impropio de la militancia batasuna. Me alegra mucho, por tanto, que la Policía francesa, poco habituada a los refinamientos de los «gudaris» de ETA, se haya confundido o la hayan engañado. No quiero ni pensar qué pasaría si no pudiéramos diferenciar a simple vista a un bombero de un hijoputa.

J. A. Gundín

www.larazon.es

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page