Vaya por delante mi convicción de que los niños no tienen por qué sufrir las consecuencias de actitudes irresponsables de sus padres; y no excluyo a ninguno. Pero sucede que a veces, sus progenitores, o uno de ellos, se convierten en delincuentes, dan con sus huesos en la cárcel y el vástago padece la ausencia de esa figura paterna o materna. Esta obviedad es responsabilidad exclusiva de quien toma la decisión de saltarse la ley sea ladrón, violador, narcotraficante o terrorista; pero de nadie más. Otegi y Permach deberían haber pensado en sus hijas antes de enrolarse en aventuras ligadas al terrorismo, en lugar de alegar ahora desde prisión que las niñas sufren secuelas psicológicas por la falta prolongada del padre. Por cierto, el galeno que firma este padecimiento psicológico es el mismo en ambos casos y no tiene su consulta en Guipúzcoa, que es donde viven las hijas de los batasunos, sino en Bilbao. Sorprende tanta sensibilidad en personas que jamás ha sugerido a los etarras que dejen de calificar de escudos humanos a los hijos de los miembros de las FSE que han resultado heridos cuando sus padres los llevaban al colegio o al médico. Tampoco se les ha visto no ya derramar una lágrima sino un simple ademán de compasión ante tantísimo huérfano generado por los asesinatos de sus compañeros ideológicos... En fin, que si no fuera un auténtico drama sería para llorar de risa. La pena es que sólo da para llorar.
Carmen Gurruchaga
www.larazon.es
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