A falta de unos resultados fiables sobre las elecciones en Irak, la información disponible nos permite hacer una primera evaluación. Quisiera destacar sólo tres hechos.
Al Qaida ha vuelto a fracasar. La coalición islamo-baasista que protagonizó la segunda fase de la guerra fue derrotada por las armas, tras perder el apoyo de los clanes suníes que durante algún tiempo la consideraron un aliado conveniente. Ahora los seguidores de Bin Laden han demostrado que pueden seguir matando, pero a costa de poner aún más en evidencia su divorcio con la población. No hay duda de que seguirán protagonizando actos terroristas, pero sólo lograrán subrayar su carácter de fuerza residual.
Los partidos se han agrupado en coaliciones que, de forma mayoritaria, responden a los tres grandes grupos étnicos y religiosos: kurdos, árabe-suníes y árabe-chiíes. No es la ideología política sino el grupo lo que lleva a los ciudadanos a apoyar una u otra opción. Queda así patente hasta qué punto sigue sin resolverse el problema capital de la identidad iraquí, un invento de la Sociedad de Naciones al reagrupar bajo mandato británico territorios dispersos del Imperio Turco. Sólo el tiempo dirá si logran conformar una nación.
El 62,4% del censo ejerció su derecho al voto, a pesar de las amenazas de Al Qaida y de los casi cuarenta muertos en atentados durante la jornada electoral. No hay duda de que creen, o quieren creer, que el libre juego de las instituciones es la mejor manera de establecer un sistema de convivencia, base del ansiado progreso económico y social. Una vez más lo han demostrado jugándose la vida y dando muestra patente de que el ansia de libertad no es privativa de una u otra civilización, sino algo intrínseco a la condición humana. Son conscientes de que les quedan duras pruebas por delante, pero la ruta parece estar clara.
Florentino Portero
www.abc.es
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