Garzón va a ser rematado por su propia megalomanía. Como no podía ser de otra manera. Sus días en la Audiencia Nacional están contados, aunque serán sustituidos por algún puesto semipolítico de postín que le proporcionarán las redes del Gobierno. Poca cosa para él, sea la que sea, porque perderá su inmenso poder sobre los destinos de toda la clase política española, la razón de su existencia y la fuente de su perdición.
Si el CGPJ primero y el Supremo después admitieran sus alegaciones ideológicas, aquello de que lo suyo es una persecución de la derecha, se verían inmediatamente obligados a destruir todos los casos instruidos por el propio Garzón. Especialmente el último, el caso Gürtel. Por razones ideológicas, por las mismas aportadas por Garzón para defenderse. Si, como dice la claque ultra de Garzón, Jiménez Villarejo y compañía, los tres procesos contra el juez están viciados por haber sido impulsados por organizaciones de extrema derecha, lo mismo habrá que concluir del propio Garzón. Que son secundarios los argumentos jurídicos y los hechos de sus casos pues estarían viciados y deberían ser invalidados por están impulsados por un juez de extrema izquierda.
Y es que a tenor de los componentes de la campaña en defensa de Garzón, desde el propio Zapatero pasando por una buena parte del PSOE y siguiendo por toda Izquierda Unida hasta acabar en un exaltado como el fiscal Jiménez Villarejo, la extrema izquierda, no sólo el socialismo, está plenamente integrada en la defensa de Garzón. De hecho, era la que comandaba el acto de Jaén.
Y Garzón, ebrio de vanidad y egolatría, como acostumbra, ha cometido el error de dejarse abrazar y adular por ella. Con una diferencia entre la extrema derecha que le acusa y la extrema izquierda que le defiende. La primera utiliza argumentos puramente jurídicos y la segunda, únicamente ideológicos.
Edurne Uriarte
www.abc.es
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