El «Retrato de Carlos V en Mühlberg» de Tiziano (derecha) se exhibe junto a la armadura (izquierda) que el Rey luce en el cuadro. (Reuters)
Cuelga en la exposición un cuadro que resume a la perfección esta muestra: «El tacto», pintado a cuatro manos por Brueghel el Viejo y Rubens. En la parte izquierda aparecen armaduras; en la derecha, pinturas. En esta exposición, por vez primera desde hace más de cuatro siglos, vuelven a reunirse las colecciones de los Monarcas españoles, tanto pinturas de Corte (35) como armaduras (31), procedentes de la Real Armería de Patrimonio Nacional. La exhibición está organizada por el Prado, Patrimonio Nacional, Seacex y la National Gallery de Washington, donde ya se vio, con gran éxito de público (se amplió un mes), en una versión reducida. Da una idea de la importancia del proyecto el hecho de que en el catálogo había sendos prólogos de Don Juan Carlos y Barack Obama (el primero que ha hecho el presidente norteamericano durante su mandato para una muestra).
La exposición ocupa las dos salas de la planta baja de la ampliación de Moneo. Un estupendo montaje distingue claramente cada una de ellas. La primera, con paredes rojo inglés, es la más espectacular. Tiene dos protagonistas indiscutibles, Carlos V y Felipe II. El recorrido arranca con una «Celada de parada de Carlos V», obra de Filippo Negroli, uno de los armeros más relevantes del Renacimiento junto con Desiderius Helmschmid, también presente. En una pared, un duelo de dioses: el «Marte» de Velázquez (luce casco en la cabeza), junto al «Vulcano» de Rubens (forja en la fragua los rayos de Júpiter).
Propaganda dinástica
Lo más llamativo y curioso es poder contemplar los retratos armados de estos Monarcas junto a las armaduras reales. Así, admiramos el espléndido retrato de «El emperador Carlos V, a caballo, en Mühlberg», de Tiziano, junto a algunas piezas que porta en él: una pistola de rueda, su armadura completa... Un poco más adelante, otro maravilloso retrato, el de su hijo Felipe II, pintado por Antonio Moro, con la armadura que lucía en la victoria de San Quintín y que se exhibe a su lado.
Álvaro Soler del Campo, conservador jefe de la Real Armería de Madrid y comisario de la exposición, explica que en estas armaduras se hallan los símbolos del poder de la Monarquía (de ahí el título de la exposición, «El arte del poder»). Aunque en un principio tenían connotaciones militares, las armaduras se transformaron en objetos deportivos (se utilizaban en torneos en la Edad Media) y en el Renacimiento se tornan en objetos propagandísticos de la dinastía, eran casi objetos sagrados.
Así, Felipe el Hermoso fue el primero que se hizo pintar con armadura. Su hijo Carlos V aparecía retratado con una espada a los siete años (dicho cuadro cuelga en el Prado). Las armerías se convierten en bienes muy preciados por Monarcas como Carlos V. Comenta el comisario que las armaduras transmiten el poder y las virtudes de sus propietarios, así como sus actitudes heroicas (semejan divinidades). Una armadura podía triplicar en precio a una obra de Tiziano.
Con Toisón de Oro y rosario
Pero si Carlos V era un perfecto militar y deportista, Felipe II, en cambio, no sentía el mayor apego por las armaduras. Prefería aparecer con una imagen bien distinta, como lo inmortalizó Sofonisba Anguissola en un cuadro que cuelga en la exposición: elegante, distinguido, de negro, con el Toisón de Oro y un rosario en su mano izquierda.
En la segunda parte del recorrido (con paredes azul plomo) se aborda la Real Armería en la pintura de Corte de los siglos XVII y XVIII: retratos de Felipe V, Fernando VI, Luis XIV o Carlos III, éste pintado por Mengs. Es el último retrato conocido de un rey español con armadura.
Natividad Pulido - Madrid
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